El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha aceptado un lujoso Boeing 747-8, valorado en 400 millones de dólares, ofrecido por el gobierno de Qatar para ser utilizado como el nuevo Air Force One.

Esta decisión ha suscitado controversia debido a preocupaciones sobre seguridad nacional, posibles conflictos éticos y el elevado costo de las modificaciones necesarias para adecuar la aeronave a las exigencias presidenciales.

El Departamento de Defensa, a través de su portavoz Sean Parnell, confirmó que la aceptación del avión se realizó conforme a todas las normas y regulaciones federales.

El Pentágono trabajará para garantizar que se consideren las medidas de seguridad adecuadas y los requisitos funcionales de la misión para una aeronave utilizada para transportar al presidente de Estados Unidos. 

El avión, entregado a Qatar en 2012, cuenta con interiores de lujo diseñados por Cabinet Alberto Pinto, incluyendo dormitorios con baños en suite, oficinas privadas, áreas de comedor y salas de estar.

Sin embargo, expertos advierten que adaptar la aeronave para cumplir con los estándares de seguridad y comunicación requeridos por el Air Force One podría llevar varios años y costar cientos de millones de dólares adicionales. 

La decisión de aceptar el avión ha generado críticas bipartidistas en el Congreso. Legisladores expresan preocupación por la posibilidad de que una nación extranjera tenga acceso a sistemas sensibles de comunicación y defensa, y cuestionan la legalidad de aceptar un regalo de tal magnitud, lo que podría violar la Cláusula de Emolumentos de la Constitución de EE.UU. 

El presidente Trump defendió la aceptación del avión, argumentando que representa un ahorro para los contribuyentes y que, una vez concluido su mandato en 2029, la aeronave será donada a su biblioteca presidencial. 

El avión actualmente se encuentra en San Antonio, Texas, donde se espera que comience el proceso de modificación para su uso presidencial. Sin embargo, expertos señalan que acelerar este proceso podría comprometer la seguridad del presidente durante los vuelos. 

La aceptación de este avión por parte de Trump marca un precedente inusual en la historia de la aviación presidencial estadounidense y plantea interrogantes sobre la influencia de gobiernos extranjeros en asuntos internos de Estados Unidos.