El mensaje de la funcionaria estatal fue machacón e insistente. Primero, en la Sierra Negra, reducto de la pobreza en el estado de Puebla, desde Cañada Morelos. Después, en la inauguración del hospital general remodelado, en el municipio de Tehuacán.

Cientos de mujeres aguardan desde las 10 horas la aparición de los funcionarios. Algunos pacientes se acercan al hospital remodelado en busca de consulta, pero no pueden ingresar, les señala el policía de la entrada el templete y la lona que cubre a las mujeres, a la espera del acto oficial.

Antes de llegar al hospital, en una barda cercana se observa el nombre de la candidata electa a la alcaldía de Tehuacán, la priista Ernestina Fernández de Alatriste. En la propaganda de la candidata del PRI, que ganó la elección, se observa claramente y resalta el apellido Alatriste, del exalcalde municipal, que le ganó finalmente en este municipio gobernado por el PAN la elección del año pasado a través de su esposa. Luego de que intentara infructuosamente postularse como candidato a la alcaldía.

Ernestina Fernández de Alatriste no llega al acto de inauguración del hospital general. La única alusión la realiza el gobernador Rafael Moreno Valle, quien pide —sin mencionarla por su nombre— al nuevo gobierno municipal trabajar con el gobierno estatal, dejando atrás las diferencias partidistas.

El alcalde saliente, Eliseo Lezama Prieto, se desvive en elogios, durante su discurso, hacia el gobernador poblano. Lo llama “estadista” y hace un recuento de las obras que en su trienio se realizaron con el gobierno estatal.

Tehuacán, como otras ciudades del estado, se encuentra inundada de propaganda referente a Rafael Moreno Valle. Su informe acaba de realizarse el pasado miércoles.

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Antes de que aparezca el gobernador, un payaso, algo regordete, maquillado vistosamente, de cabellos entre zanahoria y rojo, color muy vivo. Es el payaso “Monstrito”. El payaso se esfuerza por mantener el ánimo de la gente. En su mayoría, mujeres de todas las edades que forman parte de los programas sociales federales y estatales.

En la parte central se encuentran mujeres, madres de familia, abuelas, mujeres trabajadoras de aspecto indígena que se han trasladado a la ciudad de Tehuacán. Al lado derecho del templete se encuentran alumnas de una escuela de enfermería. Al lado izquierdo del templete, una lona que muestra el costo de remodelación del hospital general.

La cifra no dice nada más. Pero a la gente no parece importarle la falta de información detallada sobre el hospital.

Siguen al payaso, que hace de todo para mantener entretenidas a las mujeres. Saca a una señora a bailar. Diserta sobre las cualidades del “perreo”. Ensaya chistes locales. Va de un lado a otro. Pero eso sí, parece que se lo han prohibido, no se sube en ningún momento al templete. Busca globos para regalarles a los niños que han ganado un mini-concurso de baile. Les pide a las mujeres que se abracen con sus compañeras. Cuenta historias sobre el origen del baile.

El payaso “Monstrito”, que se ha ganado el cariño de las mujeres, saca un silbato y, cuando llegan Rosario Robles y el gobernador de Puebla, silba. Una tibia porra para el gobernador de Puebla se escucha.

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A la llegada del gobernador Moreno Valle y de Rosario Robles, el baño de pueblo. No hay más de 30 metros entre el templete y las camionetas de donde descienden los funcionarios, pero el gobernador parece que anda en campaña. Se detiene a saludar a las mujeres. En especial, cuando encuentra una madre de familia con un bebé de brazos, saluda al mini-vástago.

Como en todo acto público y de inauguración de hospitales, los fotógrafos siguen los saludos del gobernador. A unos metros del político poblano, la secretaria de la administración federal Rosario Robles sigue al séquito de cámaras y saludos.

Al llegar al acto, pocas mujeres la saludan. Son más bien cautas. Cuando el maestro de ceremonias la presenta, apenas se escuchan algunos aplausos.

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“Me parece que es algo que le da a la ciudad de Tehuacan un rostro de vanguardia”, dice el alcalde de Tehuacán, Eliseo Lezama. En los discursos, la secretaria de Desarrollo Social revela su gusto por el mole de caderas: “Yo le agradezco de manera muy especial al presidente municipal Eliseo Lezama, sé que está concluyendo su gestión y que lo está haciendo de manera muy exitosa, de mucho compromiso. Tehuacán me encanta por su mole de caderas. Cada vez que puedo mando a traer y ahora tengo la ventaja de tener un subsecretario que es poblano y al delegado, que llevaron en la temporada un mole allá, a la secretaría. Ya también la pienso para venir a Puebla, porque usted, gobernador, no nada más me dice: ‘Oye, Rosario’… Ya hasta me dio baje con un subsecretario, ya lo va a tener aquí cada semana”.

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Al término de los discursos, el maestro de ceremonias invita a “todos” a visitar el nuevo hospital y recorrerlo con el gobernador y la secretaria de Desarrollo Social. Rosario Robles y Moreno Valle se dan su baño de pueblo. A la vieja usanza priista, saludan, reparten besos y escuchan a la gente.

Los reporteros son los primeros que cruzan la entrada y llegan a la explanada del hospital, donde ya están marcados los lugares donde se colocarán los funcionarios para cortar el listón.

Un padre de familia campesino, con su hijo, creyó a pie juntillas la invitación del maestro de ceremonias. Cruza la entrada del hospital general. En la explanada el policía le pide una identificación y lo regresa a la calle.

En el recorrido por el hospital remodelado, el gobernador le presume a la secretaria de Desarrollo Social que el hospital cuenta con las medicinas del cuadro básico. Moreno Valle se muestra seguro. Viste una chamarra café del mismo color que la que viste en los anuncios y publicidad personalizada que inundan la ciudad y las redes sociales. Robles Berlanga asiente.

En el recorrido, las enfermeras, con sus uniformes impecables, hacen valla y responde con monosílabos cada vez que algún funcionario les pregunta algo en el recorrido bajo los reflectores de las cámaras de televisión.

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Todos los funcionarios corren detrás del gobernador. Se suben de inmediato a las camionetas formadas en hilera. Sin motivo aparente, como si sucediera una emergencia, las camionetas arrancan vertiginosamente. Dejan una polvareda.

El séquito de camionetas desaparece y todo parece volver a la normalidad. Quitan las vallas metálicas. Desmontan el templete. Recogen las sillas.