A casi una semana del linchamiento de los dos encuestadores, Rey David y José Abraham Copado Molina, las críticas, cuestionamientos y análisis sobre los orígenes de la violencia en Ajalpan continúan en medios de comunicación nacionales.
A nivel local, panistas y priistas, continúan en los dimes y diretes, culpabilizándolo por el linchamiento en Ajalpan.
Algunas cuentas de twitter, como la de @MoniTrevy, que únicamente postea información sobre el caso de Ajalpan, envía de manera sincronizada tuits acusando al edil priista.
Sin embargo, otros analistas como Liébano Saenz en su columna de Milenio destaca la dificultad que viven los encuestadores para realizar su trabajo de campo y cuyo caso climático y de mayor violencia fue el asesinato de los dos encuestadores en Ajalapan.
“Las empresas de estudios de opinión también han sido sacudidas por estos efectos del crimen; sin embargo, la mayoría no atendió la alerta que se activó en 2008 con el secuestro de encuestadores en Michoacán. Tampoco se tomó nota de por qué las encuestas cada vez más erráticas a causa de las deficiencias del trabajo de campo. Y es que el modelo de subcontratar requerirá de revisión profunda. Ser encuestador es una actividad profesional, especializada y que debe desarrollarse con estricto apego al método para así obtener resultados confiables y evitar situaciones críticas o de riesgo”.
La novelista, Ángeles Mastretta Guzmán, redactó en su cuenta de twitter: “El presidente Municipal de Ajalpan pidió ayuda a la policía del Estado de Puebla, cinco horas antes. Tehuacán está a 40 minutos. No llegó.”
Y a continuación otro mensaje: “Dos policías y su comandante defendieron durante 4 horas a los muchachos linchados en Ajalpan. Hasta que la turba se los quitó. Horrible.”
En la revista Nexos, el periodista, Sergio Mastretta, escribió un artículo titulado: “Ajalpan y el retorno a la barbarie”. En el artículo el periodista aborda la descomposición social en el municipio, la falta de confianza de los pobladores en las instituciones de seguridad y se cuestiona sobre los orígenes de la violencia:“Estallidos así han ocurrido siempre. Pero en Puebla, tan solo en este año, el número rebasa los veinticinco. La desgracia irreparable de Ajalpan nos desnuda en nuestra precariedad social. Por la vida perdida de esos dos muchachos infortunados. Por el colapso de una comunidad campesina desgarrada para siempre. Por la inutilidad de las instituciones del Estado. Por la incapacidad colectiva para mirarnos en ese amargo espejo y comprender que México ha perdido hace tiempo el rumbo… Estallidos así han ocurrido siempre. Pero en Puebla, tan solo en este año, el número rebasa los veinticinco. La desgracia irreparable de Ajalpan nos desnuda en nuestra precariedad social. Por la vida perdida de esos dos muchachos infortunados. Por el colapso de una comunidad campesina desgarrada para siempre. Por la inutilidad de las instituciones del Estado. Por la incapacidad colectiva para mirarnos en ese amargo espejo y comprender que México ha perdido hace tiempo el rumbo.”
En el periódico digital Reporte Índigo, J. Jesús Lemus, escribió una crónica sobre la violencia en el municipio titulada “La negra noche de Ajalpan”
“El aire de Ajalpan se rasgó en punto de las seis de la tarde. Las campanas del templo de San Juan Bautista doblaron y convocaron a los nerviosos vecinos, que desde hacía varias horas ya se agitaban. La presencia de dos extraños alentó a la turba. “Somos encuestadores”, dijo uno de los detenidos. Alguien desde el manojo humano replicó: “Son secuestradores”. Nunca un error de semántica había sido tan grave. Dos horas después, los dos detenidos, linchados, ardían en un amasijo negro frente al Palacio Municipal de esa población al poniente del estado de Puebla”
El columnista de Excelsior, Armando Román Zozaya, redactó una colaboración titulada “Linchar para gozar” en donde cuestiona el accionar de los habitantes del municipio de Ajalpan.
“El punto central de mi argumento es éste: el linchamiento era evitable. No ocurrió porque se trataba de un par de secuestradores, o solamente porque haya impunidad en el país, o por el hartazgo de la gente como resultado de la delincuencia, etcétera: ocurrió porque los ajalpenses eligieron que ocurriera. Incluso considerando la impunidad y el hartazgo, e incluso si se hubiera tratado de un par de criminales, la población de Ajalpan podía haber elegido no linchar a nadie. Pero optó por lo contrario. Y se regocijó plenamente: de principio a fin, justo como quienes, en Estados Unidos, linchaban a afroamericanos ante la menor provocación y hasta hacían del “evento” un día de campo que se disfrutaba en familia. Pero más allá de si tengo razón o no, es obvio que esto no puede pasar de nuevo: ¿de verdad somos un país serio, que “se mueve”, cuando en nuestro territorio se registran situaciones como la de Ajalpan? Hay que actuar al respecto y hacerlo ya. ¿Es aceptable, por ejemplo, que la autoridad, la cual cuenta con armas de fuego, capacitación y entrenamiento, sea “superada” por una multitud de asesinos?
Linchar para gozar. ¿A eso hemos llegado? ¿O de ahí jamás nos hemos ido?”