“¡Tequilazo de Saldívar!”, dijeron los titulares de la prensa ibérica, aunque bien podía leerse: “¡Taquillazo de Saldívar!”; otros diarios señalaron que: “¡Arturo puso su nombre a la corrida!” y “¡Saldívar fue el salvador! Y uno más dijo: ¡Saldivar y nadie más! 
Pues, lo cierto es que la corrida se dio con letreros de “no hay billetes” en las ventanillas de las taquillas, aunque el toricantano dijo que bien sabía: “que carecía del arte de Morante y el valor de Talavante”, la frase rima y rima también con talante y galante, que es mucho de lo que tiene él de Jalisco. 
Si bien el llenazo se dio por gente que iba a deleitarse con el arte de Morante y que esperaba mucho de Talavante, es un público de primera del mundo de los toros, que bien conoce al chamaco de Teocaltiche, Jalisco y que lo ha recibido, más bien arropado con mucho cariño, y de verdad resulta emocionante ver cuando las cámaras enfocan los rostros de las bellas damas, damas de alcurnia torera en las primeras barreras, puestas de pie, aplaudiendo y sonrientes demandar, exigir —casi— la presencia de Arturo en el tercio en sus dos toros. 
Se trataba del día máximo de feria, como aquí decimos: “el mero día de feria”, día de San Isidro, la plaza de Las Ventas con un lleno hasta las banderas, con público feriante y festejante de la festividad del santo patrono de la ciudad y capital, Madrid. 
En los corrales de la gran plaza una corrida de las que hoy se consideran de cartel para figuras, de procedencia de Nuñez del Cuvillo, el primero de ellos, el de confirmación colorado chorreado, herrado a fuego con el número 108, “Aguador” de nombre, y con 534 kilos, salió con comportamiento extraño, incluso se escupió de la suerte en el caballo, y Saldívar después de la ceremonia de confirmación de alternativa con José Antonio Morante de la Puebla de otorgante del grado de matador, y Alejandro Talavante de testigo; se fue a los medios y ahí, con las dos rodillas en el albero, recetó al de Nuñez del Cuvillo, y a la vez que le recetó cuatro derechazos y el remate de pecho, aguantó, decíamos, de manera impactante para los feriantes que respondieron a su entrega con similar actitud que convirtió ambas entregas en mutua comunión, que deja palpable que Arturo es ya un consentido de esa plaza. 
Y a su segundo, de nombre “Asturiano”, número 130, negro, de pinta, delantero de cornamenta y astifino, tal como le vemos en la foto y con 556 kilos, a quien también toreó bien plantado. 
La tarde fue de un sol esplendoroso, lleno absoluto y para gloria del toreo mexicano, que tan falto está de figuras de arrastre, lo más significativo y que de verdad emociona, fue ver salir a Saldívar con el rostro sonriente, la cara en alto y satisfecho, muy satisfecho de lo hecho y logrado, mientras sus dos alternantes, padrino y testigo, cruzaron el albero de salida siendo abucheados.