A la vuelta de 20 años me topé de nuevo con el historiador inglés Guy Thomson. El gran patriarca de los estudios sobre el liberalismo en la Sierra Norte y sus grandes promotores, los llamados Tres Juanes. Con él ideamos, en aquella época remota, el libro Xochiapulco: una gloria olvidada, de la autoría de una de las descendientes de Juan Francisco Lucas, por el lado materno. En la edición no aparece la “presentación” de Thomson porque entonces no había internet, y el correo con las cuartillas escritas a máquina se extravió en alguna aduana de México o tal vez del mundo. El caso es que no estuvieron a tiempo en manos del editor.
Como muchos historiadores profesionales, Thomson vio con gracia (pero no con ligereza) que una maestra de pueblo, con recursos intelectuales muy rudimentarios, pusiera por escrito su percepción sobre los acontecimientos de su propio pasado y de su comunidad. La idea de publicar la versión histórica de una mujer indígena en un libro (Dona hablaba náhuatl, la lengua materna de Xochiapulco), tampoco fue soberanamente nuestra, sino de Guillermo Bonfil Batalla, el antropólogo que se hizo popular con la publicación de su México Profundo. Pensábamos entonces que con decisiones como aquella contribuíamos a la emancipación intelectual de los indios de México.
Thomson estuvo en Puebla la semana pasada con dos nuevos libros bajo el brazo: La Sierra de Puebla en la política mexicana del siglo XIX, un título feo, que no corresponde con el contenido, además de contar con una pésima traducción; y El liberalismo popular mexicano en la Sierra de Puebla, este fabricado al alimón con otro grande de la historia poblana, David La France, autor de un clásico de la historiografía local, Madero y la Revolución mexicana en Puebla. Este libro lo publicó por primera vez la UAP en 1987, y el año pasado lo reeditó con motivo de las conmemoraciones del Centenario y Bicentenario. Es de los fondos editoriales de la universidad cuyos derechos no han pasado a manos de editores particulares como ha ocurrido con otros títulos, sin que bien a bien se haya informado a la comunidad de qué se trata. Lo decimos porque las universidades públicas realizan sus tareas de investigación con recursos públicos, luego entonces sus resultados pasan a formar parte del patrimonio nacional. Por lo menos hipotéticamente así es.
Los liberales de la Sierra Norte partían del presupuesto de que la base de la nueva Nación estaba en la educación. Pero no cualquier clase de educación, sino en la educación laica. Por eso cuando Juan Crisóstomo Bonilla primero, y luego Juan Nepomuceno Méndez, gobernaron el estado, se expandió la educación laica, aumentó la conciencia ciudadana de los derechos constitucionales y en 1861 la Constitución del Estado se tradujo al náhuatl, se impulso la autonomía municipal, la guardia nacional estuvo para proteger los derechos ciudadanos y se alentó la iniciativa personal mediante la construcción de redes de comunicación. Se combatió el monopolio de tierras de las corporaciones, entre otros el de los indios, mediante las leyes de desamortización. Los liberales querían una república de ciudadanos y pequeños propietarios, en tanto que los conservadores la declararon la guerra a la República porque ellos pugnaban por un gobierno de súbditos y una religión oficial.


Chayo news
Ayer a eso de las nueve de la noche, hora en que se cerraron estos apresurados apuntes, en la comunidad de la UPN privaba la incertidumbre porque ninguna autoridad atinaba a informar nada respecto de la designación del nuevo director. A las doce de la noche de hoy termina el periodo de la administración actual.