Cuando Javier López Zavala estaba en la cumbre de las preferencias electorales, nadie ponía en duda la complacencia de “la Maestra” y de su aparato magisterial-electoral en torno suyo.
Alguien llegó a poner en los periódicos que la señora había ordenado sus propias encuestas para estar segura, y con ellas había concluido que Moreno Valle sería muy su amigo pero que “no le alcanzaba”.
En su momento Mario Marín le había entregado cuanto había pedido para su gremio, y no precisamente a cambio de mejorar los estándares educativos, los que se arruinaban conforme se enriquecía la grey de los profesores.
Al gobernador, decían, le podían achacar muchas torpezas, como ser muy mediano como gobernante, marrullero, de trato hosco, tozudo en sus obsesiones, sin camarilla nacional, pero nunca de ser un advenedizo en eso de ganar elecciones.
Las pruebas de su destreza estaban a la vista de todos. En las federales intermedias para renovar la Cámara de Diputados Puebla fue de esos estados raros que todavía lograron arrasar en todos los distritos.
Lo cual era digno de voltear a ver.
Incluso, se volvió paradigmático porque hizo ganar a uno de los suyos (el priista Juan Carlos Natale) con las siglas de la oposición, con un partido sanguijuela, el Verde Ecologista, que jamás había ganado nada que no fueran ayuntamientos arrinconados por el desprecio priista.
Pero ahora ese partido se levantaba con el triunfo en un distrito de los más cotizados de la capital, caracterizado por su acendrado panismo. Aquello más que un triunfo del PRI, era una afrenta fea a los panistas.
Luego se supo que aquella fue una jugada estratégica con miras de corto plazo. Nombraron a un priista en un partido sin pena ni gloria para, en el caso de ser requerido, desde la oposición fustigar al PAN y a sus candidatos.
Pero no era la única osadía de Mario Marín.
En las anteriores locales se había permitido ridiculizar a Acción Nacional, pues no obstante que el caso Lydia Cacho aún se mantenía fresco en la memoria de todos, el PRI no sólo ganó la mayoría de diputados y de alcaldías, sino que además dejó al PAN sin sus principales plazas.
Durante todo ese tiempo muchos priistas despechados se quejaron ante los prohombres del PRI en la ciudad de México por las formas tan ortodoxas de Mario Marín, y todos tuvieron la misma respuesta.
No podía contravenirse en nada a un gobernador que hasta entonces había entregado muy buenas cuentas, incluso en términos de renta electoral se le tenía como de los mejores del país.
En paralelo, tenía a un gobierno nacional panista que iba de mal en peor, con prácticamente sin ganar ninguna elección estatal, ni grande ni chica, y con una estrategia de gobierno reprobada en buena medida por todo los sectores.
En ese contexto, ¿alguien con dos dedos de frente ponía en duda la maquinaria de Marín?
Durante todo ese tiempo “la Maestra” nunca tuvo un solo cuestionamiento para Mario Marín, aunque tampoco vino. Pero eso pasaba como un hecho meramente circunstancial. Y como ahora, desde entonces abonaban los comentarios de que la profesora tenía un pie de regreso a su viejo pesebre, el PRI.
Pero de repente algo ocurrió en las cúpulas del poder en la ciudad de México, que no son otros que Los Pinos, que las cosas cambiaron radicalmente y en un santiamén se suscitó todo lo que ya conocemos.
Pues bien, todo indica que ese juego entre malicioso y calculador, muy característico en “la Maestra”, de decir “sí pero no”, de nueva cuenta se ha puesto en movimiento, ahora en la pelea por la candidatura presidencial.
De unos días a esta parte, y conforme se mueve el calendario, la señora daría picones de celos a unos y otros, incluso a quien apenas ayer juró amor eterno, léase Enrique Peña Nieto.
Ahora se dice que la verdadera debilidad de “la Maestra” se llama Marcelo. Lo cual sería la manera más elegante de deslindarse del mexiquense, particularmente ahora que su buena estrella parece tornarse en mal fario.
No sólo eso, sino que en una de sus tantas apariciones públicas la maestra llegó a decirle a Felipe Calderón. “No hay duda, es usted el presidente de la educación”.
Pero también es cierto que muchos de los cambios que están suscitándose en los últimos días, tienen que ver con el hecho de que Felipe Calderón no quiere pasar a la historia como “el Zedillo del PAN”, y ha comenzado a actuar en consecuencia.
Por más que digan que no, pero el encarcelamiento de un prominente miembro priista como Hank Rhon, y de un exgobernador, aunque no sea priista, ha modificado de raíz las ánimos envalentonados del otrora indómito partido.
Los mensajes han sido puestos sobre la mesa, escritos en letra chambona, pero de grandes tamaños. Calderón no se mira en el espejo de la modernización económica de Carlos Salinas, sino en los arrebatos de fuerza que acabaron con sus adversarios y lo fijaron en la silla.
Las dudas que matan
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