El futuro
Al parecer nadie —o al menos la prensa— ha aprendido en tantos años que el rector de la Universidad Autónoma de Puebla, Enrique Agüera Ibáñez, cuando dice “no me voy”, está diciendo la verdad.
Las lenguas viperinas o más bien algunos soñadores todavía ponen sus velitas para que deje la universidad por algún puesto de cargo público, en este caso la senaduría.
Desde que es rector, Enrique Agüera ha sido colocado en puestos desde diputado local, federal, senador y hasta candidato a gobernador lo han hecho. Pero nada. Siempre les afirma que su futuro es la UAP.
También sus detractores vaticinaban su caída tras el triunfo de Rafael Moreno Valle Rosas en la gubernatura, pero fue grande su chasco cuando empezaron a armonizarse las relaciones y ahora todo está viento en popa afortunadamente en beneficio de todos.
Todavía al agüerismo le quedan dos años de vida en la UAP, pasando este tiempo ahora si se sabrá a ciencia cierta el futuro del rector. Ahora todo es rumor.
Como diría el mismo Agüera: “el hombre y sus circunstancias”.
Mientras tanto, en la recta final, solidificará su labor al frente de la benemérita, inclusive ya es llamado “el rector constructor” y cerrará con más obras, más espacios, pero sobre todo una mayor calidad académica, que traerán por ende más reconocimientos.
Y no todo es construcción, sino para muestra un botón: cada vez son más las personas de la plantilla académica que alcanza como mínimo una maestría, además los requisitos para ganar más en los salarios, hace que los trabajadores estudien maestrías o doctorados.
En esto tanto la UAP como la Aspabuap han trabajado de la mano y ahora el 60 por ciento de la plantilla académica cuenta con nivel de posgrado, todo un récord.
Los jubilados
De pronto que llega una cascada de solicitudes de jubilación en la UAP. Y es que en tan sólo un mes se registraron alrededor de 50 solicitudes, las que iniciarán el 1 de agosto sus jubilaciones de trabajadores académicos.
Por lo que sumados por lo menos 150 trabajadores académicos dejarán de trabajar a la mitad del año.
Aunque afortunadamente no hay problema, aún ya que todas las pensiones se pagarán en tiempo y forma conforme a derecho, esto ha puesto a reflexionar y a hacer cuentas a la universidad.
De estas cuentas se vaticina que en un lapso de cinco años más de mil 200 trabajadores estarán jubilados, lo que significa una cuarta parte del personal actual.
Y es que en estos momentos se calcula que el 40 por ciento de la nómina está en condiciones de jubilarse, incluyendo a varios funcionarios como el mismo rector Enrique Agüera o el secretario de la Aspabuap, Gustavo de la Peña Pirrón, quien apenas el 13 de mayo cumplió 28 años de labores.
Por fortuna para la UAP, no todos piensan aún ejercer su derecho. Si de pronto lo hicieran, si pondrían en jaque a la institución, ya que cada plaza se cubre con otro docente en diversas formas.
En algunos casos, con contrataciones de horas clases otros con incrementos de carga y también con la contratación de personal de honorarios; entonces se estaría casi duplicando los gastos de nómina, y más si contamos que el 80 por ciento de los recursos de la universidad son para salarios.
Sin embargo, esto podría pasar en poco tiempo y es que en la UAP no hay filas de solicitudes de jubilación como en el gobierno del estado, aquí si el trabajador lo solicita, es un derecho que no puede negarse e inmediatamente se le otorga.
Con los cambios recientes, un trabajador uapachoso puede jubilarse a los 28 años de labores, la gran mayoría se encuentra entre los 25 y 29 años.
Por lo tanto la Aspabuap y UAP trabaja para convencer a los empleados académicos para que busquen mantenerse como universitarios, con incentivos.
Por ejemplo, para los que ya tenían jubilarse en 2007 ahora gozan de un aumento de sueldo del 6.2 por ciento. Gracias a esto se ha evitado una crisis que ya se viven en gobiernos federales y estatales.
Las anécdotas de la semana
El subsecretario de Educación Media Superior, Jorge Cruz Bermúdez, literalmente fue tratado “como a un niño” por su gente cuando daba una entrevista a reporteros. Y es que al estar siendo cuestionado por los problemas del Cobaep, fue jalado por sus subalternos, como una madre a su hijo, para interrumpir la entrevista. ¿Qué tan mal estaba contestando que prefirieron exhibirlo a que siguiera hablando?
La segunda anécdota le pasó al presidente municipal, Eduardo Rivera, quien en un evento deportivo (apenas este sábado) al tirar “un penal”, golpeó el balón tan fuerte que le dio a la cámara de un fotógrafo y ésta rebotó con su cabeza, sangrando de inmediato. Ahora ya le dicen el “Tuca Rivera”.
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