Ni hablar, se lo dije en las entregas pasadas: la corrupción no tiene color ni partido, tampoco estrato social. Corrupto puede ser un policía con salario mínimo, o un secretario o director con salario oneroso. “Como es el perro, es la pedrada”, se aprende en la reflexión.
Ayer mismo le comenté que en el “antro” El Rodeo, ubicado en la 13 Oriente 212, durante la madrugada del domingo había ocurrido una riña en el interior y que el saldo era de dos heridos de bala, una mujer que terminó en el hospital Guadalupe y otro que se retiró por su pie.
La riña se había originado porque el personal de seguridad —entre estos elementos de la Policía del Estado y Municipal, en sus tiempos de descanso— no se le ocurrió revisar a uno de los clientes, quien ingresó armado con una escuadra, y por el consumo desmedido de bebidas embriagantes —sino es que hasta adulteradas—, sólo así se explica la reacción de los clientes.
En la administración pasada, un hecho de sangre como el que le narré hubiera sido necesario para que el negocio fuera clausurado. Existen pruebas de “antros” a los que no se les permitió la reapertura por menos de esto, pero los tiempos eran otros.
Sin embargo, pese al hecho de violencia que le narré ayer el negocio de giros negros volvió a abrir sus puertas, como si nada hubiera pasado y ante el asombro de los vecinos que ahora sí estaban esperanzados de que el ayuntamiento, por lo menos la Unidad de Normatividad y Regulación Comercial, y la Coordinación de Fiscalización de Comercios Establecidos, a cargo de Agustín Aguilar Jiménez, intervinieran, pero no fue así, todos se quedaron callados, en una especie de “compromiso silencioso”.
Un lector de esta columna opina que Juan Máximo Jiménez, quien está a cargo del sector de la Policía Municipal Preventiva (PMP), tendría que ver mucho al respecto, porque es el encargado de brindad protección a ese tipo de negocios.
Otros opinan que los encargados de vigilar como operan este tipo de negocios son los responsables de que se permitan desmanes, hasta con armas, con tal de que cada uno de los antros pague sus respectivas cuotas, esas que no son reportadas y que no generan ganancias al municipio sino a unos pocos corruptos.
Le comento que de acuerdo a los vecinos de la 9 Oriente, no es la primera vez que en El Rodeo se dan hechos de sangre, ya que es cotidiano que los meseros y empleados de seguridad golpeen a la más mínima provocación a los clientes, y que los dejen tendidos en calle, incluso que sean levantados por ambulancias del 066 o de la Cruz Roja.
Lo del domingo no fue un hecho aislado, lo novedoso es que los empleados de seguridad y los meseros —que se las dan de golpeadores— salieron despavoridos a la calle, luego de que uno de sus clientes comenzó a disparar un arma de fuego. Es más, no hicieron nada por detenerlo.
Lo que tampoco extraña a los vecinos y a un servidor es que nadie en el ayuntamiento se haya enterado de los disparos en un “antro” y de los lesionados.
Un servidor constató que ni la Secretaria de Seguridad Pública y Tránsito del Municipio (SSPTM), ni el ayuntamiento, ni la misma Procuraduría General de Justicia (PGJ) habían sido informados de lo ocurrido, pero esto tiene una clara explicación.
Los elementos de la PMP que se encargan de la vigilancia en ese sector ocultaron la información. Luego el personal de trabajo social del hospital Guadalupe no avisó al Ministerio Público del ingreso de Guadalupe Navarro Hernández, de 50 años de edad, quien tenía herida de bala entre el tórax y vientre.
Lo demás se adivina. Normatividad Comercial está en la nómina del propietario de El Rodeo, lo mismo que uno que otro periodista que llegó al lugar minutos después de los disparos, y luego se les olvidó la nota.
Los vecinos incluso hablaron con los reporteros, les hicieron ver que en ese lugar los enfrentamientos eran constantes y les extrañaba porque no lo clausuraban. Ahora ya no les extraña nada.
¿Qué va a pasar cuando uno de los vecinos de esta calle resulte herido por una bala perdida?
¿A quien van a responsabilizar de la impunidad de cómo opera el negocio de giros negros?
Que bueno —para los dueños del “antro”— que las víctimas de esa impunidad no sean jugadores del América, miss Puebla o exastros del futbol, pues el “antro” sería clausurado de inmediato, pero como son “simples” ciudadanos que creyeron “en el cambio”, pues se tienen que aguantar.
Es la Puebla que nos toco vivir.

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