Creer en el trabajo de las autoridades a todos nos cuesta trabajo.
Para nadie es noticia que muchos de nuestros gobernantes no sólo incumplen sus promesas, sino que abusan del poder, hacen trabajos de mala calidad a costos ofensivos y por si fuera poco se llevan lo que no es suyo, práctica que seguramente existirá por los siglos de los siglos pese a la creación de organismos enfocados a la transparencia.
Sin embargo, no hay trabajo mal o bien hecho que el ciudadano no detecte de forma inmediata. Hechos son amores, dicen las abuelas.
La famosa práctica de certificar ante notario público las promesas de campaña fue iniciada por Enrique Peña Nieto, cuando era candidato al gobierno del Estado de México. El auge que provocó la estrategia fue tan positivo que se expandió en toda la República durante periodos de campaña, y Puebla no ha sido la excepción.
Hasta ahí nos compramos la historia, como dicen, en la guerra y en el amor todo se vale y las campañas no son otra cosa que la lucha por el poder.
La pregunta que me viene a la mente es desde cuándo las autoridades requieren certificar ante un notario público su trabajo. ¿O ahora también se convertirá en una estrategia de gobierno para ganar credibilidad ante lo evidente?
Hace un par de días, el presidente Eduardo Rivera Pérez anunció su compromiso de certificar ante un notario la pavimentación de mil calles antes de que concluya su primer año de gobierno.
¿Por qué demostrar con un documento lo que se supone debe ser evidente?
Lo que debe preocuparle al presidente municipal y a su equipo de trabajo es el nivel al que han llegado, que ahora tiene la necesidad de que terceros verifiquen lo que hizo, para que así los ciudadanos y los medios le creamos.
Qué terrible, ¿no?
Sobre todo porque no he visto que, por ejemplo, el presidente Felipe Calderón certifique el número de delincuentes detenidos en su principal proyecto, que es la supuesta guerra contra el narcotráfico.
O que el gobernador Rafael Moreno Valle haya llevado a un notario público al desalojo de Valle Fantástico. O durante la plantación de miles de arbolitos.
En verdad Eduardo Rivera es asesorado de manera errónea y ni sus más allegados le dicen nada. Bueno, ya hasta informó que cada calle medirá 8 metros de ancho y 85 metros de largo, para quien no le crea las cuente así “y las cuente bien”, dijo en su discurso.
¿Acaso hay algo más detrás de la pavimentación de estas supuestas mil calles que necesita mejor testigo que los mismos ciudadanos?
Solo son preguntas, que conste.
Promesas de campaña
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