Sin duda, el nuevo estilo de gobernar en Puebla, está íntimamente ligado a las estrategias bélicas de épocas ancestrales.
Basta con revisar las “formas” políticas del morenovallismo, para entender que estamos viviendo una especia de posguerra, en donde el ganador de la batalla adopta las posturas de una deidad, y busca exterminar a quienes considera sus enemigos de guerra.
Nos guste o no, el ganador de la contienda electoral tiene todo el derecho de utilizar las estrategias de gobierno que le plazcan, con los beneficios y consecuencias que éstas implican.
De ahí que diariamente surjan dos corrientes: la que se entrega abiertamente a los designios del hombre del poder, y la que espera cautelosamente el debilitamiento natural de quien la gobierna.
En esta última lógica, el riesgo crece cuando se van abriendo frentes, los cuales podrían poner en riesgo la estabilidad de una administración que busca a toda costa mantener una imagen social “perfecta”.
Veamos un ejemplo. Los multitudinarios despidos en este primer semestre del sexenio siembran un enorme resentimiento, particularmente en quienes confiaron en el candidato de la coalición Compromiso por Puebla, en cuanto a que su trabajo no corría peligro.
Esos grupos de resentidos se convierten en sus más fervientes detractores, generando de boca en boca un repudio de alto impacto.
Pero el riesgo aumenta en aquellos que sintieron que su vida había cambiado cuando fueron convocados para formar parte de las altas esferas del gobierno, y que ahora han sido despedidos de manera humillante.
Esos son los más peligrosos.
La versión de que las renuncias recientes de funcionarios de alto nivel gubernamental son debido a que no le aguantaron el paso al gobernador, no es del todo cierta.
No es lo mismo no aguantar el ritmo de trabajo de un jefe, que no aguantar la humillación constante del mismo.
Y conste que quienes renunciaron, no son los únicos que han sido víctimas de esos arrebatos.
Cuentan quienes lo han visto, que me faltarían dedos de la mano para numerar a los miembros del gabinete que han sido humillados en público por su jefe.
De ahí que quienes decidieron abandonar el barco lo hicieron lastimados, y no tardarán en filtrar mucha información, la que seguramente será parte de los espacios periodísticos.
Y no será la primera vez.
Así es la caprichosa historia política.
La mitad de tus amigos de ayer, son tus enemigos de hoy.
Ejemplos —incluidos los de esta aldea— sobran.
Será cuestión de esperar para que las primeras víctimas del sexenio suelten todo lo que vieron.
No cabe duda: lo mejor está por venir.
El arte de abrir frentes

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