Ahora que Ernesto Cordero se comienza a rezagar en las preferencias electorales por sus pésimas declaraciones de que un mexicano vive bien con 6 mil pesos al mes, caben las preguntas:
¿Cómo quedará Rafael Moreno Valle Rosas? ¿Qué hará? ¿Se mantendrá en su dicho de apoyar hasta el final al candidato del Presidente? ¿Dará un viraje? ¿Lo hará público? ¿Consultará a su hada madrina, es decir, a Elba Esther Gordillo?
Una mala apuesta fue sumarse a una cargada institucional por sólo un detalle político: actualmente el mundo es de los outsiders y no de las versiones institucionales.
Es curioso que Moreno Valle se la haya jugado públicamente por la línea, pues si recordamos él, como candidato, luchó contra el abanderado del sistema, que en ese momento era Javier López Zavala. Representaba al marinismo en pleno a la línea, a la versión institucional.
La jugada para apoyar a Cordero quedó clara por dos razones: a Moreno Valle no le conviene que gane un panista y Cordero desde un principio se sabía que era el rival más débil. El candidato presidencial. El delfín.
La segunda razón: porque los primeros meses de su mandato estaría apapachado por el que signa los recursos y como versa el dicho: pleitos con todos menos con la cocinera.
Si preguntan por qué no le conviene que gane un panista es simple: él puede encabezar las preferencias para el 2018 siendo de oposición. Recuerden el mundo no es de los institucionales, es de los outsiders. Y se gana más en la oposición que en el gobierno. Se gana credibilidad el único valor que tiene un político y un periodista (teóricamente, es verdad).
No obstante, las cosas al interior del PAN se acomodan para que la candidata sea Josefina Vázquez Mota, la enemiga, por cierto, de Elba Esther Gordillo.  De ser esto cierto ¿cómo sumarse antes de la decisión final de las palabras mayores, sin salir quemado o lastimado?
¿Cómo borrar el documento de los gobernadores en el que se apostaron ciegamente por el secretario de Hacienda?
El problema de “new kid in town” en el PAN es que no conoce las reglas, los estatutos y las prácticas.
En el PRI existen líneas, imposiciones, golpes en la mesa y se acatan órdenes. Es un rollo muy autoritario y los militantes son disciplinados hasta caer en la ignominia.
En Acción Nacional, la base se maneja de manera distinta: ahí son guerras internas de baja intensidad que se arreglan en las urnas. Y la línea se opera de otra forma: debes saber consentir a la base porque ésta se enoja y es fácil que responda en contra.
El problema en este sexenio y eso hay que resaltarlo, es que siguen en la borrachera del poder y piensan que todo lo que hagan es bien visto y es bien aceptado.
Que no hay quien diga que no, que no se oponga a sus órdenes porque se sienten dueños del balón. En parte es cierto. En parte es una reinvención del patrimonialismo del poder.
O vamos a ponerlo más fácil: ¿Quién tendrá el colmillo más retorcido en el PAN, Ana Teresa Aranda como representante de Vázquez Mota o Mario Riestra como representante de Cordero?
¿Cómo responder a los recientes ataques de Ana Teresa contra Rafael Moreno Valle?
Se gana más en la oposición que en el gobierno.
Pero regresemos a la pregunta original: ¿Cómo bajarse del caballo del secretario de Hacienda y cómo subirse al de la enemiga de su jefa política?
¿A dónde ir ahora que Peña Nieto se enfría más con la profesora Gordillo?
Hay que cambiar leones por corderos.