Algo no está funcionando bien en la vida interna y entre los dirigentes de los partidos políticos, empiezan a oler mal, destilan bilis en sus discursos y su aliento fétido se combina con sus actos de corrupción e impunidad. Cabe subrayar aquí que no todos los líderes o miembros de los partidos son y hacen lo mismo.
Muchos de estos dizque generales o jefes políticos, sin darse cuenta están dañando severamente el sistema político actual con sus actos, cuando éste ha sido generoso con ellos, les provee poder, legitimidad, espacios, puestos y representación popular, además formas privilegiadas que les permite vivir muy bien.
Los ciudadanos están hasta el full, cansados de ver y oír todos los días informaciones, videos o grabaciones de corrupción y abusos de nuestros políticos.
Los jóvenes ya no le creen a los partidos, los ciudadanos empiezan a perder la credibilidad en la política y esto no es nada bueno para los institutos partidarios, mucho menos para la democracia mexicana, los convertirá en entes autocráticos y muy autoritarios.
Que alguien les diga algo para que reaccionen, hacen y deshacen a su antojo, piensan que son los únicos herederos de la nación, se sienten dueños de las instituciones públicas, casi se envuelven en la bandera para que les creamos, se piensan impunes y con poder, sienten que nadie los ve y sin ninguna consideración se burlan y ríen de la gente común.
Todos los días nos embuten sus mentiras, nos buscan involucrar en sus confrontaciones por el poder y para colmo siempre  recibimos sus “exitosas” notas de sus tropelías y abusos por la influencia de la que gozan.
No se dan cuenta que una gran mayoría de los mexicanos diariamente llega a sus hogares, para medio descansar de sus largas jornadas de trabajo, luego para medio comer y sentarse a ver un poco de televisión; que lo menos que quieren saber y escuchar son noticias malas, cuando empieza la información de la inseguridad y los temas de algún político corrupto simplemente le cambian de canal, se malhumoran y encabronan con lo que sucede en México.
El mundo del poder y la política es total y diametralmente opuesto al de los ciudadanos de a pie y carne y hueso.
Quieren escuchar otras cosas por lo menos medio buenas y algunas positivas sobre nuestro país tan herido y lastimado por todos.
No le interesan las broncas que se traen en el viejo PRI, tampoco el último informe de Enrique Peña Nieto, mucho menos la disputa de los tres panistas por ver quién queda como candidato y menos las trifulcas diarias de los perredistas.
Los únicos que leen información son el círculo rojo de la clase política nacional, los miembros de los partidos, los analistas, investigadores, algunos académicos o intelectuales y los militantes.
Observemos algunos casos en lo micro, quién “carajo” en Puebla puede estar preocupando por ver quien será el grandioso dirigente municipal del PRI, solo ellos, jamás han hecho nada por los ciudadanos y menos por la ciudad de Puebla.
Juan Carlos Mondragón, dirigente estatal del PAN y el senador Ángel Díaz Caneja, pueden seguir peleando por el control de su partidito, la morbosidad política es para unos cuantos, porque la mayoría ni los conoce y tampoco sabe quien son estos “profesionales de la política”.
A los del sol azteca nadie los fuma, solo se sabe que siempre se pelean por algo, ellos mismo se han encargado de desmantelar un presunto partido de izquierda.
Para colmo, el legislador local del partido Movimiento Social, JJE, fue pescado infraganti en una conversación privada con la presidenta de San Pedro Cholula, hablando y “cotorreando” sobré bisnes y más bisnes.  
Como ambos hablaban de ética, valores y principios, ahora el diputado muy sacado de onda para justificar sus actos, ha dicho “que es su voz, pero no es él”.  Vaya ingratitud de la edil cholulteca, los convergentes le entregaron la plaza siendo ella una gris militante del PAN y quien acordó de antemano este tipo de acuerdos obscuros y discrecionales.
En Puebla siempre lo han hecho presuntamente los diputados de todos los colores como los presidentes municipales, es una triste herencia del pasado, en donde las influencias y recomendaciones del poder obligan a los ediles a entregar obra, asesorías, direcciones, puestos, pago de cuotas y tantas cosas, que los municipios por eso están como están.
Que nadie se haga, ahora todos se rasgan las vestiduras, es una cadena muy larga de impunidad, tráfico de influencias y uso discrecional de los ramos federales.
Hay despachos y asesores azules, tricolores, amarillos, naranjas, verdes, rojos, colorados, morados y medio grises, que cada tres años ofrecen sus mejores servicios.
Son los propios legisladores locales los que tienen que legislar cuanto antes para detener esta ola de “recomendaciones” y abusos en los municipios. Los presidentes municipales también tienen su responsabilidad, su colita no es de elefante, les gusta el diezmo y deben ser llamados a la legalidad o ser destituidos, muchos piensan que las participaciones son su dinero, compran casas, viajan, contratan un segundo frente, comen “con aceite” hoy, se embriagan y hay que pararlos.
No podemos y debemos acostumbrarnos a ver que la clase política siga sustrayendo por medios ilegales e impunes los recursos públicos.
Tampoco podemos permitir que nuestra capacidad de asombro termine por ser derrotada por los actos de algunos malos políticos, que han dañado las instituciones que tenemos y una democracia que no terminamos de consolidar.
La corrupción es una triste forma que golpea el quehacer de la buena política, contamina las ideas, los principios y valores en los partidos políticos y se ha convertido en valor supremo para el fácil enriquecimiento y la obtención de poder.