Dicen que el que a dos amos atiende, con uno queda mal. Y eso parece sucederle al gobernador Moreno Valle cuando intenta servir políticamente a los intereses de dos aspirantes a la candidatura presidencial panista.
Si bien es cierto que en nuestra política aldeana Rafael Moreno Valle pudo jugar con diversas corrientes políticas para construir una alianza de partidos y así apoderarse de las llaves de Casa Puebla, el escenario cambia rotundamente al trasladarse a las grandes ligas.
De manera casi caprichosa, las ligas políticas del gobernador poblano —las mismas que lo convirtieron en un fenómeno electoral— ahora se revierten y se transforman en un lastre para sus ambiciones futuras.
Si bien es cierto que Moreno Valle depende en gran medida de la línea de Elba Esther Gordillo, también es innegable que la maestra puede darse el lujo de esperar hasta el último momento para cargar los dados a favor de uno u otro “suspirante”, mientras que el gobernador no.
Hay que partir de la base de que en política, si algo nunca se olvida, es la definición oportuna y no el arribismo oportunista.
Y los tumbos recientes del Ejecutivo poblano apuntan precisamente al último concepto.
Sabio refrán aquel que reza que “no se puede mamar y dar de topes al mismo tiempo”, el cual encuadra de manera perfecta en esos múltiples coqueteos con los dos más fuertes aspirantes blanquiazules.
Si el gobernador apuesta a la inocencia de Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero, creo que se equivoca. Ambos quieren manifestaciones abiertas, sin ninguna condición.
Y en caso de ser cierto el golpe de timón morenovallista para apartarse del barco del extitular de Hacienda para ahora unirse al rumbo de la nave de Vázquez Mota, creo que lo hizo sumamente tarde y con pruebas en su contra.
Imagínense a Moreno Valle apoyando a la panista, mientras tiene que solventar ante la Fepade un juicio por el uso de recursos públicos a favor de Cordero.
Y por si algo le faltara, el escenario va a complicarse aún más cuando el gobernador multicolor tenga que apoyar a Enrique Peña Nieto, y de paso darle calor a Marcelo Ebrard.
¡Vaya revoltijo!, y todo por querer estar bien con Dios y con el Diablo.
Y al final, no faltarán los aduladores que insistan que sus “habilidades camaleónicas” bien valen una presidencia.
Se vale soñar.