Va de nuevo. Jorge Mitsuo Takahashi Pérez, comerciante, a quien se le ocurrió denunciar a elementos del grupo de Inteligencia de la Policía Estatal Preventiva (PEP), es blanco de una persecución por parte de esos uniformados: Ricardo Valentín Zepeda “El Chilango”, Antonio Hernández Pacheco, Adrián Juárez y Juan Carlos Salamanca Salazar, para que retire la denuncia en su contra.
Estos uniformados, utilizando diversos vehículos, entre estos una camioneta Avenger blanca, placas 241-XVA, rondan su domicilio en espera de que salga y le “ajusten cuentas” por haberse atrevido a pedir justicia. El afectado ha llegado a la desesperación de denunciar a los agresores a la Policía Municipal, reporte que incluso fue entregado a elementos de la patrulla TUH20 que llegaron a prestar ayuda, respondiendo a una llamada del 066.
¿Qué espera la SSP para “poner en cintura” a sus “muchachitos”? Tal vez será necesario que “desaparezcan” al comerciante para que se les ocurra intervenir.
¿Qué espera la Procuraduría General de Justicia, para dar curso a la denuncia por abuso de autoridad y otros delitos contra de estos uniformados?
¿Se necesita un derramamiento de sangre para hacerlos entrar en razón?

De nuevo la historia, para los olvidadizos
Jorge Mitsuo Takahashi Pérez, comerciante de 21 años de edad, es una de las muchas víctimas de este grupo formado y “palomeado” por Ricardo Ariel Vera Lira, director de la PEP, supuestamente para abatir a la delincuencia organizada como la del “narcomenudeo”, pero que no sólo se ha enriquecido, sino que además ha desalentado la confianza de la ciudadanía a los cuerpos de seguridad, pese a todas las toneladas recuperadas y todos los detenidos asegurados.
Jorge narró en su denuncia que el día viernes 2 de septiembre, a las 11:00 horas, se encontraba frente al Oxxo de la avenida Fidel Velázquez, frente a la clínica de La Margarita. Circulaba en su vehículo Chevy gris perla, placas TWC1682, con dirección a la casa de la abuelita de su esposa, cuando se le cerró una camioneta Cruiser blanca, placas TXV4690, de donde bajaron dos hombres: uno de estos robusto, de tez blanca, ojos verdes, de unos 27 años de edad; el segundo, delgado, moreno, de 1.80 metros de estatura, de unos 33 años, ambos vestidos de negro y con logotipos de la PEP.
Mediante la fuerza lo bajaron de su unidad y lo subieron a la parte trasera de la camioneta. Le quitaron una mochila donde llevaba su teléfono celular Ericsson, su cartera con 5 mil pesos, producto de la venta de ropa tipo americana —a lo que se dedica—, además de su credencial de elector, documento que utilizaron para llevarlo hasta su domicilio.
El que conducía la Cruiser es un sujeto que vestía pantalón de mezclilla y camisa a cuadros, de 1.90 metros de estatura, fornido, de unos 40 años de edad, quien le ordenó que se agachara y le advirtió que si trataba de gritar le iba a dar un tiro, mostrándole una pistola escuadra, pequeña, desgastada.
Lo llevaron hasta el puente nuevo del periférico, atrás del Cereso, donde llegó la camioneta Ram, número oficial 869 de la PEP, conducida por un hombre de 1.76 metros de estatura, moreno, de unos 30 años de edad, que llevaba puesto el uniforme de la Policía Estatal. Tenía amarrado a la cabeza un pañuelo negro, portaba un arma larga y llevaba su chaleco antibalas (¡qué vergüenza!).
A Jorge lo bajaron de la Cruiser y lo subieron a la cabina de la camioneta, y se subió a manejarla uno de los uniformados, al que le decían “Comandante Soto” o “Chilango”. Lo llevaron hasta el panteón Jardín, lo bajaron de la patrulla y lo subieron a la Cruiser blanca para trasladarse hasta su domicilio, al fraccionamiento Villas del Sur, donde lo obligaron a que les abriera la puerta de su casa.
Los policías se apoderaron de una motocicleta Yamaha, modelo 2000, de color naranja, además de los documentos de la misma; lo obligaron que les endosara la factura a nombre de un tal “Roberto” por la cantidad de 25 mil pesos, luego lo obligaron a que sostuviera una bolsa de plástico transparente que contenía otras bolsas pequeñas y en el interior de estas polvo blanco. Por medio de uno de los celulares de los uniformados lo obligaron a que dijera que esas bolsas eran suyas.
Lo sacaron de su casa y lo regresaron al panteón Jardín, donde de nuevo lo pasaron a la cabina de la camioneta, dándose cuenta que frente a la unidad había varias credenciales de policías con las fotos de quienes lo detuvieron. Entre estas estaba la de Ricardo Valentín Zepeda “El Chilango”, Antonio Hernández Pacheco y Adrián Juárez, por lo que fue golpeado con los puños por “El Chilango” para que no siguiera viendo.
Uno de los policías le preguntó: “¿cuánto vas a soltar?” A lo que respondió que se quedaran con los 5 mil pesos de la cartera. El policía le contestó: “ni que fuera policía estatal”; luego le pidieron 50 mil pesos y le dijeron que hablara con alguno de sus familiares para pedir el dinero, por lo que llamó a su esposa Estefanie Hernández Barrientos, a quien le dijo que había chocado y que necesitaba el dinero. Ella le dijo que sólo podía reunir 10 mil pesos y los policías aceptaron.
El efectivo fue entregado por esta misma mujer frente a la presidencia de la junta auxiliar Ignacio Zaragoza, luego llevaron a Jorge por una escuela que está cerca del Alseseca. Lo esposaron y esperaron a que llegara una camioneta Explorer color vino, conducida por un sujeto de tez blanca, cabello castaño claro, de unos 48 años de edad —Juan Carlos Salamanca Salazar— quien recibió el dinero y ordenó “luz verde”. Entonces lo dejaron libre y le dieron 100 pesos para su taxi.
Utilizando el teléfono Ericsson de Jorge se comunicaron con su esposa para decirle que su vehículo estaba atrás de la colonia La Margarita. Cuando lo recuperaron estaba abierto, ya no tenía la ropa americana ni otros valores.
Pasaron los días y los policías-delincuentes le llamaron varias veces por su celular a su Nextel, fue entonces que decidió denunciarlos.
Nos vemos cuando nos veamos.