Eduardo Rivera Pérez admitió, por primera vez y públicamente: “Sí, hay diferencias con el gobierno del estado”. En una entrevista concedida para la revista 360 Grados —en su edición de octubre—, el alcalde poblano ataja cualquier tipo de interpretación insidiosa y aclara: “Tenemos trayectorias distintas. Somos de estilos distintos. Tenemos distinto carácter. Esas diferencias no son insalvables ni para mí, ni para el gobernador”.
Eduardo Rivera ha sido víctima de la descortesía y del ninguneo del propio mandatario Rafael Moreno Valle, al impedirle incluso aparecer en el balcón del palacio municipal durante el Grito de Independencia.
Aún en dicha entrevista manda un mensaje conciliatorio: “los dos, tanto el gobernador como yo entendemos el papel en la política y hay acuerdos en lo fundamental (…), pues entendemos que somos estadistas y que tenemos una responsabilidad social, una responsabilidad política.”
Rivera relata todo lo que ha tenido que sortear desde que inició la administración municipal a la fecha.
“Lalo” Rivera, hay que decirlo así, se sacó la rifa del tigre. Y aunque existen algunos grupos muy identificados que intentan boicotearlo, ha venido domando al toro. No sólo se ha tenido que enfrentar al puro desgaste de gobernar la ciudad, tapar baches, hacer obras; sino mantener una buena imagen interior de su partido en donde se viven nuevos tiempos. Ha tenido que lidiar con un gobernador que es de su mismo partido y que intenta a todas luces controlar Acción Nacional.
La estrategia de Rivera ha sido la mesura. No busca confrontar. No cierra los causes del diálogo y la concertación. Sí ha dado algunos golpes en la mesa ante las presiones que ha iniciado el sindicato municipal, pues ya e sabe cómo se las gastan Israel Pacheco y sus titiriteros.
A diferencia de otros panistas y del mismo gobernador, no se ha peleado con el círculo rojo, al contrario, ha mantenido una relación de respeto.
Tampoco les cerró las puertas a sus correligionarios. En su administración, para bien y para mal, hay más militantes del PAN, a diferencia del gobernador, quien prefirió contratar a gente ligada incluso con otros partidos.
Eduardo Rivera ha dado asilo a muchos en la estrategia de ganar-ganar, y al interior del panismo ha logrado mantener un liderazgo que viene construyendo desde que era diputado federal y posteriormente se hizo dirigente estatal de su partido.
En Acción Nacional —le guste o no a sus adversarios internos— ha ganado muchísimas posiciones tanto en el Consejo Estatal como en la dirigencia. La diferencia de Eduardo Rivera, y eso se puede constatar en la entrevista concedida a la revista 360 Grados, es que jamás busca el choque y la confrontación como método.
Al contrario, su estrategia es más de acercar que de alejar y esto a la larga, aunque sé que por el momento no me creen, tendrá muchísimos beneficios en su carrera política.
Es un hecho, en la política no hay muertos. Sólo hay quien crea más enemigos y deja más heridos, y hay quien va construyendo y reconstruyendo su carrera. Esa es la diferencia.
Eduardo Rivera está armando su equipo, su estrategia, está mandando mensajes de conciliación, está sembrando.
Algún día cosechará estos frutos.
Reconstruyendo a Lalo
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