La posibilidad de que en 2012 el candidato de la izquierda sea Andrés Manuel López Obrador, y la candidata de la derecha sea Josefina Vázquez Mota, representa un escenario sumamente factible.
Esos dos nombres en las boletas electorales, prácticamente le resolverían al gobernador poblano el conflicto que hoy debe quitarle el sueño, y que consiste en la presencia de Marcelo Ebrard y Ernesto Cordero en las candidaturas del PRD y el PAN, respectivamente.
Sin estos dos personajes en la contienda, la decisión de Moreno Valle sería de manera natural la de favorecer de manera rotunda a Enrique Peña Nieto.
No se necesita ser sabio para vaticinar que la presencia de Andrés Manuel y Josefina en la elección, implicarían que la jefa política de nuestro gobernador gire el timón en favor del abanderado priista.
Para nadie son secretos las añejas diferencias de López Obrador y Vázquez Mota con la Gordillo.
Si a ese punto sumamos los compromisos morenovallistas con las dos televisoras nacionales, las cuales mantienen una clara preferencia hacia el vástago del grupo Atlacomulco, podemos entender por dónde se moverán las estructuras estatales en la campaña presidencial.
Sin duda, este escenario mitigaría los dolores de cabeza morenovallistas en los tiempos electorales, con un “pequeño” problema de por medio: ¿qué pasaría si gana alguno de los otros dos?
Viendo lo que está a punto de pasar en Michoacán, en donde el dinero está a punto de lograr que la hermana del presidente Calderón gane la contienda, me queda claro que la moneda está en el aire.
Ahora bien, ¿qué pasa si el candidato azul es Ernesto Cordero y el del Sol Azteca es Ebrard?
Ahí sí amarran al gobernador.
Por un lado, el presidente Calderón exigirá a sus gobernadores panistas resultados, Marcelo le pedirá el pago de facturas a Moreno Valle, mientras que la maestra utilizará sus dotes de gran equilibrista para evitar una caída mortal.
Y al final de la historia, el gobernador aliancista puede quedar como el cohetero, víctima de su maquiavélico juego político.
De momento, no nos queda otra que esperar.
Pero la tempestad acecha.