Así es lector, lectora querida. A pesar de mis propios pronósticos, no sólo llegué al final del año sino que además he tenido la dicha de ver el nacimiento de un año más. Obviamente en el trayecto de esta maravillosa aventura llamada vida, he ido dejando en el camino pedazos de hígado, de estómago, de corazón, neuronas, páncreas, pelo y demás vísceras y sentidos.En el trayecto uno tiene dos opciones: o avienta el arpa y de plano se rinde, o toma el toro por los cuernos y sigue pa’lante. ‘Ora, seguir p’alante es difícil, porque es muy duro seguir jalando la carreta cuando ya las fuerzas te abandonan y cortarte las uñas de las patas se convierte en una lucha a muerte, y porque ya no ves las piedras del camino y tampoco escuchas el canto de los pájaros que te indican la ruta.
Dicen que nacer es muy doloroso. Puedo asegurarte, lector querido, que llegar a viejo ¡también lo es! Porque de viejo estás consciente de la penosa incapacidad que te acerca cada vez a tu época de infante/dependiente, a tu origen. Además, lo peor es que las personas que te rodean no te ven así, te ven como si fuese una persona que ya no necesita nada… Hay que joderse.
Poco a poco te enfrentas a una dolorosa realidad: la vida no es otra cosa que una lucha constante con uno mismo y no contra el mundo que nos rodea.
Pero es muy difícil luchar contra alguien que no conocemos, porque si hay alguien alejado de uno, es uno mismo y sus miles de fantasmas que aparecen cuando menos lo esperas, fantasmas que nos exigen voltear a ver lo que nos falta y no lo mucho o poco que tenemos. ¿Con qué objeto? No tengo la menor idea, pero vale la pena porque uno nunca sabe qué traerá el mañana: aunque espero que para ti y tu familia, este año que comienza te llene de felicidad.