Llámele suerte, circunstancia, o simple casualidad, pero el poder en Puebla se escribe con “M”. Durante los últimos 30 años el estado ha sido gobernado por hombres que en sus nombres llevan la letra número 13 del abecedario.
La maldición o bendición de la “eme”, usted decida, inició en el año de 1987 con Mariano Piña Olaya. Un gobernador que llegó y transcendió sólo por su amistad con el entonces presidente de México, Miguel de la Madrid. El mandatario llegó a Puebla sin conocer ni al estado ni a los poblanos. Manuel Bartlett llegó después de ocupar cargos federales en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Don Manuel, como le gusta que le llamen, se empecinó entonces con convertirse en gobernador de Puebla (sin ser nativo) logrando su objetivo. Con su personalidad intransigente e impositiva inició una verdadera transformación del estado, sobre todo en el tema de infraestructura, principalmente en la capital.
Melquiades Morales Flores rompió el esquema acostumbrado. Un hombre amable, relajado y casi siempre dispuesto al diálogo llegó al poder con un alto porcentaje de aceptación. Su conexión con el Pueblo indudablemente fue su mayor fortaleza. Después Mario Marín, en 2005, fue el primer gobernador que alcanza la gubernatura después de ser presidente municipal de Puebla. Será recordado, pase lo que pase y haga lo que haga como el “Gober Precioso”.
El turno hoy le pertenece a Rafael Moreno Valle Rosas. Todos conocemos su historia. Nieto del general del mismo nombre, exgobernador del estado a finales de los años 60. Antes priista, ahora panista, el ahora mandatario trascenderá por encabezar al gobierno que sacó a su expartido de Casa Puebla.
La historia sigue escribiéndose y aun faltan cinco años, pero ya apareció en escena una nueva “M”. Al tiempo.