Aunque al grueso de los poblanos en este momento nos tiene sin cuidado lo que pueda suceder en 2018, para un personaje en particular no sólo es importante sino una verdadera obsesión.
Y aunque pudiera parecer exagerado, quienes lo conocen y están cerca de él saben que si al gobernador Moreno Valle algo le quita el sueño es precisamente la elección presidencial de 2018.
En esa lógica, resulta interesante hacer una prospectiva sobre el sinuoso camino que deberá recorrer el gobernador para tener, cuando menos, una mínima oportunidad de contender por la Presidencia de la República dentro de seis años.
Si tomamos como base que su actual militancia panista lo obliga a contemplar una candidatura por su propio partido, debemos considerar los posibles escenarios de acuerdo con los resultados de la próxima elección presidencial.
En caso de que su partido lograra mantener la Presidencia en la persona de Josefina Vásquez Mota, se antoja complicado que un personaje como Moreno Valle logre entrar en el ánimo de la mujer a la que desdeñó desde su precampaña, a través del apoyo abierto del gobierno poblano en favor de Ernesto Cordero.
Se antoja sumamente complicado que Vázquez Mota le abriera espacios a un gobernador que ha marginado abiertamente a los panistas para incrustar a una mayoría de priistas y expriistas dentro de su equipo más cercano, sobre todo por la convicción ideológica de ultraderecha de la abanderada blanquiazul.
Lo anterior, sin contar la animadversión de la candidata panista hacia la mentora política del gobernador poblano, Elba Esther Gordillo, con quien mantiene una vieja rivalidad llevada a grados extremos.
A todo lo anterior debe sumarse el factor de la alternancia, por el cual se complicará al panismo mantener el poder presidencial por más de 18 años, en el supuesto de que ganaran en 2012.
Tras este negro panorama, vale la pena contemplar las posibilidades presidencialistas de Moreno Valle si se confirmaran las tendencias de las encuestas y el futuro presidente fuera el priista Enrique Peña Nieto.
Si consideramos que el priismo buscará a toda costa gobernar cuando menos un par de sexenios, las aspiraciones morenovallistas se complican, y más aún por la ruptura de Peña Nieto con la maestra Gordillo, quien era una aliada natural para darle espacios a su grupo político dentro del gobierno federal.
Si bien es cierto, Moreno Valle ha tendido puentes con el candidato priista, es evidente que una vez convertido en presidente, los gobernadores no priistas serán reprimidos y perseguidos, tal y como en sentido inverso sucedió con los gobernadores priistas en los tiempos de Fox y Calderón.
Y en el remoto caso de que Andrés Manuel López Obrador hiciera la chica y alcanzara abrir la puerta de Los Pinos, las condiciones serían catastróficas para el morenovallismo por los viejos agravios del gobernador poblano hacia el candidato de la izquierda.
Créanme que si llegara a México la “República Amorosa”, uno de los que sufrirían el desamor del presidente sería precisamente el “Señor de Los Cerros”.
Además, desde ahora se sabe —sea cual sea el resultado de 2012— en la próxima elección presidencial la izquierda llevará como candidato a Marcelo Ebrard. Y aunque falta una eternidad para 2018, es innegable que de los probables escenarios, el de hoy no es el más propicio para concretar el ambicioso proyecto morenovallista.
Quizá la precocidad del proyecto presidencialista de Moreno Valle termine por cobrarle la factura mucho antes de lo previsto.
Ya se verá.
El sinuoso camino rumbo al 2018
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