Partido político libre de pecado, que aviente la primera piedra.
Hoy en día ningún político puede juzgar, criticar o señalar a otro por cambiar de partido. Todos, directa o indirectamente, han participado en una orgía de ideologías.
El próximo proceso electoral será una competencia entre propios y no extraños. Dicen que “entre gitanos no se leen la mano”, y es que por lo menos en las precandidaturas al Senado son priistas y expriistas quienes se verán las caras a partir del 30 de marzo, fecha en la cual inician oficialmente las campañas.
Javier Lozano Alarcón (PAN), Manuel Bartlett (PT), Enoé González Cabrera y Víctor Hugo Islas (Panal) pertenecieron e incluso ocuparon cargos de elección popular gracias a su militancia en el Revolucionario Institucional.
Y de los aspirantes a diputados federales mejor ni hablamos. Son tantos los que se han cambiado (algunos todavía no lo hacen oficialmente) que no acabaríamos de enlistarlos.
Queda claro que la coalición del PAN, PRD, Convergencia (ahora Movimiento Ciudadano) y Panal —que llevó al triunfo al ahora gobernador Rafael Moreno Valle en el pasado proceso electoral— fue el parte aguas para que los políticos cedieran en sus ideologías partidistas.
¿Alguna vez se había imaginado que esto sucediera? Quizá en alguno que otro rebelde, pero ya así, ¿con tanta naturalidad, con tanto descaro?
La crisis social que existe en nuestro país no es más que la consecuencia de no contar con verdaderos líderes, guías políticos que nos demuestren que pueden crear cuadros y perfiles aptos para dirigir esta nación. Lo que sucede en Puebla no debe espantar a nadie, pues no es ni será la primera entidad en la que los rojos se conviertan en azules, los azules en verdes, los verdes en naranjas y hasta quienes decidan convertirse en color transparente.
Para beneficio de muchos y mal de otros, en este proceso electoral el cambio de partido no podrá ser utilizado como arma para las ya conocidas “campañas negras”, pues el partido político libre de pecado, que aviente la primera piedra.