Mientras la vida corre más o menos entre nosotros, debe ser inimaginable presenciar o quedar en medio de una refriega a balazos entre algún cártel de la droga y el Ejército. Cuando nadie imagina que vayan a suceder estos hechos, de pronto los ciudadanos que ni la deben, se ven atrapados entre el miedo y el terror por las balaceras.
Este fin de semana fue violento y sangriento en Nuevo León, Tamaulipas, Michoacán, San Luis Potosí y se ensañó en Guadalajara. Los órganos de seguridad pública federal o los investigadores sobre el crimen organizado en México, tal vez nos puedan explicar esta reacción ultra violenta de los grupos delincuenciales.
Lo que alcanzamos a ver en los periódicos nacionales y en las imágenes de la televisión, son escenas “peliculescas”, increíbles de creer. Escuchamos a un gobernador con miedo en sus palabras, sin poder dar una explicación real de lo sucedido, sacado de onda y sin poder garantizar la tranquilidad a sus gobernados.
Datos de estudiantes que corren a esconderse en sus salones de clase, pasajeros que son bajados por medio de la fuerza, camiones secuestrados y quemados, calles bloqueadas, enfrentamientos en plena vía pública y gente que corre a resguardarse, el saldo: un fin de semana muy caliente y rojo en Zapopan, Jalisco.
“Chavos” presuntamente “burros” de alguna banda, aparecen asesinados en las calles de Morelos, delincuentes colgados en Michoacán, enfrentamientos en Tamaulipas y desaparecidos y muertos en San Luis Potosí. Siempre es la misma explicación oficial: enfrentamientos entre cárteles rivales, control de la plaza, detención de algún “jefe” y varios detenidos y presentados ante los medios de comunicación. Sin embargo, eso no está resolviendo la situación de esta crisis violenta que se suelta de un momento a otro.
La gente más que cansada o harta de cuidar que no le pase nada a sus familias, de estar “rezando” por los suyos o de pedir que cese la violencia, debe estar hasta el tope al no saber qué hacer, su vida se ve trastocada y es alterada.
Nadie duda que el gobierno tiene la obligación legal de enfrentar a las bandas criminales, pero el nivel de reacción y venganza de éstas es altamente violento y toma como rehenes a la población.
Cuando vemos algunas escenas, los ciudadanos no saben para dónde correr, los atrapa el pánico y el miedo, la sobrevivencia es lo único que les queda. Qué les va importar reflexionar en los argumentos buenos o equivocados del gobierno, lo único que quieren es seguridad y que termine cuanto antes la violencia y sus muertos que deja.
Nadie —y yo menos— sabemos cómo se podrá pacificar el país. Son más de cinco años de enfrentamientos en varios estados, los grupos criminales se diseminan y multiplican, se reagrupan, cuidan sus regiones con su propia vida, sus territorios son inexpugnables, día a día reclutan mano de obra entre los jóvenes desempleados y sus acciones son más crueles y sanguinarias.
Las fuerzas federales y la propia milicia resguardan, brindan cierta tranquilidad por semanas, repliegan a los narcotraficantes, pero no han pacificado las entidades con altos índices de delincuencia organizada, menos aún han terminado con la corrupción policiaca.
No lo sé, pero cualquiera de alguna de aquellas entidades azotadas por el narcotráfico, daría todo por vivir con plena tranquilidad y seguridad. Los mexicanos estamos acostumbrados hacer raíz de donde somos, queremos nuestras regiones y nos cuesta mucho salir de ellas. Quien lo hace tiene posibilidades económicas, pero los que no las tienen, su única salida es encomendarse todos los días a “Dios”.
 
El caso Puebla
 
En Puebla, se dice que estamos tranquilos, sin embargo no podemos hacernos los “bueyes” y cerrar los ojos de lo trágico que resulta ver escenas como las de Guadalajara o Monterrey.
Es urgente pacificar las cosas, esta espiral de la violencia no pude seguir así, algo hay que hacer. La gente está entrando en una etapa de temor y miedo, que terminará por destruir su tejido social y todo “valdrá gorro”.
Mientras eso sucede, nuestros políticos andan en Marte, viajando y pensando sólo en el poder, les comen las ansias para arrancar sus campañas electorales.
No conformes con ello, están a las vivas sobre el caso judicial de la francesa Florence Cassez, condenada a 60 años de cárcel y que ahora el ministro de la Corte, Arturo Zaldívar, ha dicho que su proceso penal tiene vicios de origen. Todos han sido responsables de que nuestro sistema judicial así funcione y actúe. ¿Acaso ayer el expartido en el poder (PRI) no fabricó pruebas y testigos para perseguir a la izquierda mexicana?
La neta andamos mal, el país se descompone y desgarra por tantas “broncas” que enfrentamos, luego la jodida violencia que no para y de colmo los candidatos de las tres principales fuerzas partidarias, andan en otro mundo, pensando en sus próximos registros políticos, preparando el gran “rollo” que se echaran por México.