Por desgracia y gracias a la “madrina” intelectual y emocional a que nos someten diariamente nuestras heroicas fuerzas políticas con sus discursos y podridas acciones, ya se me había olvidado la grandeza de espíritu del pueblo mexica, pero el méndigo temblor de ayer hizo que viniera a mi memoria el del 85. Ese sí fue un señor temblor que, además de tirar edificios y matar gente, puso en evidencia la —ya desde entonces— eterna inutilidad de la burocracia y los políticos.
Así es, logramos salir con gallardía de esa tragedia, sin embargo no hemos podido vencer la maldición de nuestra política y sus actores; lee, lector querido:
“Mensaje de Año Nuevo: soberanía nacional, estabilidad y violencia”
El 6 de enero, en su mensaje de Año Nuevo televisado en cadena nacional y profusamente difundido por la prensa del país, el presidente de la República llamó a la vigilancia de la limpieza en los procesos electorales de 1985, pero advirtió que no se tolerarían actos de violencia en ellos.
1) La violencia a que aludió el Ejecutivo es del tipo de violencia reaccionaria que pone en peligro la soberanía nacional. Los llamados presidenciales en torno a esta posibilidad habían sido reiterados. El 15 de febrero de 1984, en un desayuno con el sector privado de Monterrey, predijo que el cambio del país debía darse o desapareceríamos como nación. A un año de distancia, el 3 de enero, en su célebre discurso ante dirigentes del Sindicato de Petroleros, denunció que fuerzas internas y externas al país “quisieran vernos sometidos a potencias extranjeras”.
2) Esta violencia reaccionaria pone en peligro a la soberanía nacional por diversos motivos. Generalizada, daría al traste con el mantenimiento de la estabilidad política.
Me he atrevido a reproducir un pequeño párrafo del libro La lucha político-electoral mexicana de 1985 (Colección de procesos electorales), del autor Xavier Gamboa Villafranca.
Nuestra política se enrosca una y mil veces hasta el vómito. Quizá algún día vendrá el terremoto que termine con este mal.