“Sevilla... tiene un color especial” y “Sevilla, Sevilla, tuvo que ser”, son frases, fragmentos de canciones dedicadas a Sevilla. Esa muy castiza ciudad tuvo que ser una de las primeras capitales de Europa, cuyo ayuntamiento ha lanzado la proclama de la Fiesta Brava en su territorio como “Patrimonio cultural inmaterial”.
La propuesta votada en el pleno del Cabildo sevillano ha salido con resultados favorables: el Partido Popular ha sacado a flote la votación con 20 votos a favor, mientras que el Partido Socialista se abstuvo de votar y el de la Izquierda Unida votó en contra. Ya se ve claramente de qué colores se pinta la oposición a las celebraciones de la llamada “más bella de todas las fiestas”.
Expertos comunicólogos de talla internacional mencionan insistentemente el alto riesgo que representa para la economía mundial el deterioro de las finanzas españolas a partir del ejercicio del poder de estos nefastos grupos.
Incluso, desde el país vecino de España, el presidente Sarcozy se ha expresado en estos términos: “Miren a España tras siete años de socialismo”.
Queda claro que quienes se están encargando de destruir la economía mundial, quienes han deteriorado de manera importante las estructuras gubernamentales, son grupos con las mismas tendencias de quienes de manera terca y necia se oponen a los festejos taurinos.
Aquí en México, los que están en la misma terquedad —un grupo notablemente minoritario, pero altamente grilloso— pretenden llevar al pleno de la asamblea del Distrito Federal la propuesta para la absurda prohibición de los festejos taurinos en la capital.
Mientras que en Perú —que también es tierra de toros— el genial premio Nobel Mario Vargas Llosa no solamente ha salido públicamente a defender la fiesta en entrevista que se ha difundido ampliamente, sino que saca a flote, exhibe el ridículo de quienes “pretenden acabar con la fiesta”, pues al hacerlo —afirma acertadamente— “acabarán con el toro bravo de lidia”.
La propuesta llevada triunfalmente al éxito de su aprobación y proclama surgió en el seno de la Unión Taurina de Abonados de Sevilla —los tenedores de derecho de apartado en la gran Plaza México deben seguir este camino—, con sólida documentación que fue entregada al alcalde sevillano.
La petición basa su argumento en lo establecido para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial que proclama y pregona la UNESCO. Este ejemplo lo han seguido en días recientes las comunidades de Tarragona de La Mancha y Ciudad Real, en la misma Castilla-La Mancha, todo ello con la muy nutrida, comprometida e importante implicación de la mayoría de los vecinos en estas comunidades.
Todo esto es un logro y un encomiable ejemplo de esa ciudad hispana que, ni duda cabe, tiene “un color especial” porque “Sevilla sigue teniendo su duende”. Al defender su fiesta, nuestra fiesta, nos hace exclamar: ¡Sevilla, tuvo que ser!
Y aquí, en todo acto o festejo organizado con el propósito de defender la fiesta, estaremos para decir de manera entusiasta: ¡Sí a los toros!