En las oficinas del gobierno del estado de Puebla nunca antes se había visto nada igual. No hay registro de que una conmemoración hubiera suscitado tanta atención, tal despliegue técnico de medios y recursos para hacer lucir, para llevar el nombre de Puebla a las páginas, los micrófonos y las pantallas de medios nacionales e internacionales. La inmejorable plataforma del 150 Aniversario de la Batalla del 5 de Mayo de 1862 ha servido, entre otras cosas, como una gran catapulta que ha afianzado al gobernador Rafael Moreno Valle como una figura política de talla nacional. La pregunta es simple y obligada: ¿A qué costo?
En estas últimas semanas ningún ejecutivo estatal, debido a las restricciones propias de la veda electoral, ha tenido semejante presencia mediática. En ese tenor, la osadía de Moreno Valle no ha sido menor: con mucho éxito forzó, a base de un derroche de recursos públicos espeluznante y un marketing moderno y selectivo, a los reflectores nacionales e internacionales a iluminar el camino de sus ambiciones, a marcar el sentido y la lógica de sus intereses capitalizando una batalla, un triunfo nacional enclavado en una intervención decimonónica que “duró exactamente mil 915 días” —según datos presentados por Lorenzo Meyer—.
Como hace siglo y medio, corremos con el riesgo de atravesar por caminos paralelos. Guardando órdenes y circunstancias, después del parte de guerra del general Zaragoza y de recoger el parque en el Fuerte de Loreto, las aguas del Atlántico se preparaban para traer a las costas de Veracruz a un miembro común de la Casa de los Habsburgo que, tras las faldas de Napoleón III, incursionaba en la geopolítica del momento con la consigna de tender tratos con los sureños y frenar el expansionismo norteamericano. Para 1864, a dos años de distancia de la gesta patriótica, nadie hablaba de la batalla del 5 de Mayo y, si alguien lo hacía, se perdían sus comentarios entre los cantos y los rezos del te deum ofrecido en Catedral a Carlota y Maximiliano.
“Pongamos el tiempo en hora”. A minutos de la tan esperada conmemoración, del desfile histórico, de la recreación de la batalla por personal de la Sedena, de obras asombrosas, pavimentaciones necesarias —y no tan necesarias—, de inauguraciones de distribuidores viales de primer mundo, festivales internacionales, reaperturas de museos, restauraciones de viejos monumentos, timbres postales, monedas conmemorativas, billetes de lotería y hasta de la transmisión de un documental preparado por Discovery; en suma, después de toda esa “borrachera” festiva resta sólo una pregunta sencilla: ¿y después qué? Pues lo único posible: la “cruda” presupuestaria.
La última línea de crédito solicitada por el gobernador Moreno Valle al Congreso del estado ascendió a 7 mil millones de pesos, escandalosa cifra sin precedente que a más de uno nos hace suponer que el destino y la sustentabilidad económica de Puebla dependerán de nuestra salud crediticia. Habiendo tantos problemas pendientes en el estado: los niveles de pobreza, el rezago educativo, el fomento al campo, la corrupción en policías y sistemas judiciales, la necesaria modernización de clínicas, hospitales y penales; en fin, habiendo tantos pendientes no se vale un derroche como este para que en el año 2014 sigamos con los problemas de siempre, mientras que de este 5 de mayo ya nadie —ni Ximena Navarrete— se acuerde.
El arte de la política