Yo creo que las elecciones de este año van a de a estar de a peso.
En un principio todo indicaba que Peña Nieto iba a hacer pomada a sus contrincantes, pero conforme se acerca la fecha fatídica todo indica que va a ser otro final de fotografía (seguramente volveremos a chutarnos varios años de sesiones de “compló”).
Lo que quizá no han tenido cuenta es que el ganador de la “rifa del tigre” va tener que gobernar a un país profundamente dividido, además de tener que reacomodar los “pinchemil” intereses que ha creado para poder llegar.
Me da escalofríos nomás de imaginar que en unos días voy a estar de nuevo en la cola de los votantes esperando a que me embadurnen el dedo de tinta, a que los responsables investiguen mi credencial de elector y a mi persona, como si me fueran a entregar los rollos del Mar Muerto. Acto seguido, me dirigiré a un armatoste como para jugar escondidillas y ¡papas! Llegó el momento temido: ¿Por quién voy a votar?
Reviso el panfleto, leo y releo los nombres de los suspirantes y me empieza a dar una picazón incontrolable por todo el cuerpo, me dan mareos y todo me da vueltas. Veo las figuritas de los logotipos de los partidos y me viene un doloroso acceso de vómito.
Miro de reojo mi reloj porque tengo la sensación de haber estado metido en ese escondite por años… Hoy más que nunca, me dan ganas de meterles las urnas y las boletas por la cola a todos los políticos del país.