La marcha “Yo soy 132” ha incursionado en las ciudades más importante del país. Desde la semana pasada los universitarios protestan, gritan, ejercen intensamente su ciudadanía tomando por asalto el espacio público. No sería una exageración afirmar que estos jóvenes comenzaron su “servicio social” concientizando a una mayoría abrumadora de electores, francamente sorprendidos por una multitud de estudiantes al resguardo de las calles, dispuestos a defender su democracia y salvaguardar la dignidad de la cosa pública.
Lentamente las encuestas, como por arte de magia, van reduciendo los porcentajes del candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, poco a poco se va recuperando la incertidumbre, la democracia que se encontraba ausente. En lo profundo de la sociedad una duda se ha sembrado: “tantos estudiantes no pueden estar equivocados”. Y en efecto, los universitarios nos han dado una lección histórica: 35 años de cambios sigilosos rumbo a la democracia, desde aquella mítica reforma electoral de 1977, no pueden revertirse por la banalidad de una noche de jerga electoral. Gracias al movimiento “Yo soy 132” muchos electores, sobre todo los indecisos, van tomando sus posiciones, uno a uno va “saliendo del clóset” de la indiferencia, la nulidad o la abstención.
Desde luego el trasfondo de este movimiento contiene una proeza singular: nada menos que situar a México en un auténtico “punto de no retorno”. Desde la perspectiva de los jóvenes marchistas, Enrique Peña Nieto constituye el símbolo predilecto de un pasado que no debe retornar; en tanto que las televisoras, dominadas por compromisos deleznables, han pactado con el viejo régimen manipulando la nota a partir de editoriales tendenciosas. La decisión de los universitarios de plantarse frente a las instalaciones de Televisa Chapultepec fue emblemática, finalmente una joven sociedad civil ha hecho frente a los compromisos del “círculo rojo” y, en consecuencia, ha resguardando para sí el gran baluarte de toda democracia: el derecho de protestar y disentir.
Es curioso que las dos grandes cadenas televisoras, Televisa y TV Azteca, hayan sido forzadas a transmitir el repudio que los universitarios les profesan. La escena es entrañable: dos grandes bandos se enfrentan, los viejos restauradores contra los jóvenes demócratas, los líderes de opinión contra los estudiantes; los primeros ostentando el monopolio de la señal y azuzando el espectro radioeléctrico a su favor; en tanto que los segundos al frente algunos millones de críticas y sarcásticas cuentas de Twitter y Facebook. En esta batalla no hay igualdad de armas, tarde o temprano los estudiantes se impondrán sobre las televisoras, pero los universitarios resistirán y ganarán la afrenta.
Sólo falta que el movimiento no se extinga, todavía restan algunas semanas para la elección presidencial y en este país todo puede suceder. Afortunadamente los estudiantes están en las calles, desde mi óptica, nada mejor le ha pasado a México en los últimos años. Confiemos en el vigor y el entusiasmo de los futuros profesionistas de México; insisto, “tantos jóvenes no pueden estar equivocados”.
El arte de la política