No piense que es extraño, más bien es una fregadera: en Puebla hay permiso para “madrear” periodistas, para coartar el derecho a la información, para pasarse por el “arco del triunfo” la misma ley de Transparencia, vivimos en un estado autoritario donde la libertad de expresión es solo una palabra de “adorno”, como la de “lo mejor está por venir”.
El lunes, dos compañeros periodistas —corresponsales del Sol de Puebla y Cinco Radio— fueron reprimidos por personal del grupo de “granaderos” de la Policía Estatal Preventiva (PEP) por el único “delito” de tomar fotografías, cuando el grupo de golpeadores hizo valer el “Estado de Derecho” de Ardelio Vargas Fosado, secretario de Seguridad Pública (SSP), en la población de Tlachichuca, quien ante su falta de conocimiento en el manejo de casos de crisis prefirió valerse de la represión para hacerse respetar.
A Genaro Tun, corresponsal, lo golpearon para quitarle el teléfono celular de donde le extrajeron la “memoria”, ya que había tomado fotos de cuando era detenido uno de los vecinos de Tlachichuca; a Valentín Rosas le robaron la cámara fotográfica.
Cuando se esperaba que la SSP, por vergüenza o por estrategia para evitar una denuncia, negara la agresión a periodistas, su titular envió al periodista Javier López Díaz la “memoria” arrebatada a su reportero; la pequeña memoria electrónica, “que cabe en una uña” —como se dijo en el noticiero— venía con un mensaje: “estamos investigando”.
El hecho de que uno de los “granaderos” tenía en su poder la “memoria” significaba que hubo abuso de autoridad y había un responsable, sin embargo éste no fue retenido ni presentado ante las autoridades correspondientes, al final se trataba de un delito que tenía que investigarse. En otras palabras, les valió “madre” abusar de los dos reporteros, los policías actuaron con la seguridad de que no les iba a pasar nada por coartar la libertad de expresión, es más, podría decirse que recibieron órdenes.
Esto no es extraño, usted debe recordar lo ocurrido en Chignahuapan; aún conservamos la grabación de don Ardelio cuando ordenó reprimir a los periodistas que cubrían un desalojo a los que maltrataron y despojaron de sus equipos de trabajo, y cuando todo se descubrió en lugar de negarlo, el secretario de Seguridad Pública no sólo lo acepto, sino que lo presumió; se le olvidó que sus “muchachitos” atacaron a dos comunicadores que sus únicas armas son sus herramientas de trabajo.
En otros estados del país se ha registrado represión contra comunicadores, muchos de estos casos graves y lamentables, pero detrás de esta represión está el crimen organizado; en Puebla es el mismo gobierno el que reprende a periodistas.
¿Hasta cuándo?
Cuántas veces esos mismos “granaderos” que atacaron a los dos reporteros se han acercado a comunicadores para denunciar que no les pagan sus bonos, que los tratan mal, que los obligan a cubrir jornadas dobles de trabajo, ahora éstos golpearon a dos compañeros. Niégueme el lector que éstos cumplían órdenes: las de Ardelio.
Justicia para quienes se dejan
En los casos de Chignahuapan y Tlachichuca los manifestantes fueron reprimidos con gas lacrimógeno, toletes; del primero fueron detenidos 31 vecinos, a quienes acusaron de motín y otros delitos; en el segundo caso el número de presentados fue de 6.
Pero, ¿qué paso en Chietla?
En la primera quincena de abril gran parte de la población de Chietla se levantó para ajusticiar a un grupo de sujetos que habían secuestrado a una joven; los inconformes cerraron el paso de la carretera y a su modo ajusticiaron a tres de los secuestradores, a dos de ellos les aplicaron la “ley fuga”. Ardelio Vargas y su grupo estuvieron a unos metros donde el pueblo hizo justicia con su propia mano y seguro escucharon las detonaciones de armas de fuego.
¿Por qué no intervino con toda su golpeadora gente?
Tal vez fue porque a quienes debía desalojar no eran menores ni mujeres, sino gente que les iba a hacer frente, “al tú por tú”. Aquí fue donde se le acabó la valentía al “jefe de la seguridad en Puebla”.
Y lo que más llama la atención es que los reporteros pudieron ingresar a Chietla, tomaron fotos; solo hubo uno a quien le pidieron identificación, pero no los reprimieron; a ellos no les daba vergüenza poner un hasta aquí a secuestradores.
En Puebla se permite la represión a periodistas.
Nos vemos cuando nos veamos.