Este jueves el periódico Reforma literalmente despertó a México con una de las notas más relevantes en lo que va del proceso electoral: Andrés Manuel López Obrador, el candidato más vilipendiado de las izquierdas —y de la historia reciente de México—, sencillamente lo hizo de nuevo. Un sexenio después, desde el segundo sitio de las preferencias electorales, y a 30 días de la elección, se coloca en un esperanzador y beligerante “empate técnico” frente a Enrique Peña Nieto, el candidato que todavía permanece como el puntero en todas las encuestas.
“¿Qué diablos pasó?” Desde ayer, en el cuarto de máquinas del Revolucionario Institucional creo que se lo siguen preguntando. Digamos que ocurrió lo inevitable: en múltiples ocasiones la historia reciente nos ha demostrado que no hay poder, clientelismo o coacción, capaz de resistir la afrenta de movimientos tan libres, tan genuinamente civiles y espontáneos como es el caso de la “#MarchaYoSoy132”. Los universitarios, esos jóvenes marchistas, gritones, críticos y demócratas nos han traído de vuelta la incertidumbre, es decir, la imposibilidad de conocer de antemano el resultado de una elección; con ese sólo impedimento le han obsequiado a nuestro proceso electoral los dones de la verdadera competencia.
¿Quién se hubiera imaginado, aquel viernes 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana, un escenario tan inmejorable como este? Por aquellos días las encuestas reflejaban entre 20 y 25 puntos de distancia entre la primera y la segunda preferencia, ni siquiera se tenía la certeza de quién, si Andrés Manuel o Josefina, ocupaba el segundo sitio en las intenciones de los votantes. Tres semanas han pasado desde entonces y todo ha cambiado para el PRI; ayer Grupo Reforma reportó una brecha de 4 puntos porcentuales entre los dos punteros, para decirlo con palabras simples: Peña Nieto va a bordo del Titanic y ya se avizoran los primeros icebergs.
Sin embargo, nada está escrito. La batalla de los estudiantes no será fácil: además de Twitter, espacio público inmejorable de crítica virtual y contención real, han elegido las asambleas, las coordinadoras y los diálogos. Los enemigos de la #MarchaYoSoy132 son perfectamente claros: no sólo es el viejo régimen o Peña Nieto, o los poderes fácticos como Televisa y TV Azteca que, con el manejo selectivo y tendencioso de la información, han hecho de su opinión un cacicazgo repudiable; por encima de todo eso, su enemigo público número uno es la indiferencia de millones de ciudadanos que no pueden permanecer inconscientes frente a la posibilidad real de una restauración votada. Esa es, y sin duda será, la larga marcha que enfrentarán nuestros estudiantes.
México alberga una singular primavera, antipeñista y “amorosa”, pero genuina en la más absoluta extensión de la palabra. Por si alguien aún se lo pregunta, al frente de los universitarios está la sociedad, detrás sólo hay más —y cada vez más— estudiantes. Qué orgullo de mexicanos.
El arte de la política