Escribir sobre Josefina Vázquez Mota hoy en día es como hacerlo sobre un personaje de comedia que sólo ves y escuchas con el fin de reírte. El mal inicio de su campaña fue motivo para una serie de análisis de especialistas en imagen y marketing político. A mitad de la misma, la candidata presidencial hizo movimientos estratégicos de coordinadores y asesores con la esperanza de despegar, pero sin éxito.
Fue entonces cuando la llamada “jefa” decidió salirse del script y hablarle a los mexicanos de acuerdo a lo que sintiera su ronco pecho. Quiso relajarse. De ahí su absurda ocurrencia de apodar a las relaciones sexuales como “cuchi cuchi”. Nada más cursi y ridículo visto en la historia de campañas políticas en este país.
El término de entrada es simplemente patético y en labios y voz de una candidata presidencial más. Sin embargo su actitud en la campaña fue más allá y fue durante su gira en Puebla, en el municipio de Atlixco específicamente cuando otra candidata, al Senado, Augusta Díaz de Rivera terminó de ridiculizar al género que representa haciéndonos —me incluyo pues soy mujer— ver no sólo estúpidas, sino incapaces de generar seriedad.
“Si aún no se deciden por quien votar vean al cielo, y ¿de qué color es el cielo? —preguntó en el mitin— Azul —respondió ella misma—. Y el infierno, ¿de qué color es? Rojo —respondió con el micrófono en mano—. Así que ya saben, si votan por el azul se irán al cielo y si votan por el rojo se irán al infierno”. Haciendo clara referencia al color de los institutos políticos.
WTF?, dirían en el leguaje tuitero. Qué clase de discurso es ese. Nada más ni nada menos el que deja en evidencia la ausencia de seriedad, inteligencia y sentido común.
Pero la señora Augusta fue secundada por su amiga Josefina quien para continuar con su línea “relajada” insistió en que los hombres que voten por ella, recibirán doble “cuchi cuchi”.
¿Indignante? Al principio. Ahora ambas mujeres sólo causan risa y pena ajena. Ni hablar, no hay que quejarnos cuando no nos tomen en serio. Gracias señoras.
Augusta Díaz de Rivera y su cielo azul
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