De verdad no lo sé, pero tal vez de aquí a diciembre seguirá hablándose del pasado proceso electoral; en estos meses los temas más recurrentes serán sobre los resultados finales del PREP, la composición de ambas Cámaras, la designación de los plurinominales, de los territorios o entidades ganadas o perdidas, del cruce de cifras, de valoraciones, escenarios y análisis políticos de todo tipo. Entrará a jugar el Tribunal Federal Electoral, habrá impugnaciones, vendrá el veredicto legal antes de diciembre y los partidos deberán acatarlo. El candidato presuntamente ganador empezará a imponer su agenda mediática entre la opinión pública, nombrará su comité de transición, buscarán los acercamientos políticos con la izquierda, porque Josefina Vázquez Mota ha negociado. Comenzará el juego y la especulación sobre los posibles miembros de su gabinete, llegará diciembre, prepararán la toma de posesión en la Cámara de Diputados y a costa de lo que sea quieren que su fiesta sea ¿republicana?, única, tersa y sin “broncas” como en 2006.
Andrés Manuel López Obrador está en todo el derecho legal de cuestionar, protestar e impugnar los resultados electorales para limpiar la elección. Eso de querer acorralarlo, presionarlo en algunos medios de comunicación y prohibirle su derecho a disentir por parte de políticos del PRI, PAN y Panal es censura, autoritarismo puro y cobardía política.
Aunque a muchos seudo revolucionarios, protagonistas, demagogos profesionales, lidercillos y oportunistas de las “izquierdas” no les guste, poco a poco se irán diluyendo, desvaneciendo y perderán fuerza las protestas. Así ha venido funcionando nuestro actual sistema político mexicano, aunque cueste decirlo. Con la aclaración siguiente: nada justifica que por alcanzar el poder tengan que recurrir a actos grotescos que desfiguran nuestra tan endeble democracia electoral.
Para quiénes nos formamos en las filas de la izquierda o cultivamos ideas, este proceso electoral —por muy doloroso que sea— no es el fin de la historia. Tampoco se acaba el mundo, no es un asunto para deprimirse, se llora la pérdida injustificable de los camaradas, pero no puede uno derrotarse, la moral en alto es una fortaleza. Sabíamos y estábamos conscientes que no era tan fácil derrotar a Peña Nieto, sino a todos los grandes intereses políticos y económicos que se oponían con fuerza a un triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
Independientemente de las decisiones o acciones que asuma López Obrador y la izquierda, se tiene que mirar hacia adelante, las banderas ahí siguen presentes y nunca esta parte del pensamiento político ha ido en contra de la historia. Hoy el refugio ético que se tiene es trabajar con los jóvenes en este país, para construir y formar a las nuevas generaciones quienes pueden lograr la transformación y cambiar de fondo las cosas en México.
Debo decir que he escuchado en estos últimos días miles y miles de historias y testimonios urbanos sobre las votaciones del pasado domingo, muchas me sorprenden por esa rabia contenida, otras están llenas de indignación, coraje, frustración y resentimiento. Hay demasiado enojo de los jóvenes y mucha gente que cuidó o participó en la jornada electoral. Andan muy encabronados, cabizbajos, “mentando madres”, decepcionados y sin entender aún qué sucedió.
Me preocupa que los “chavos” andén sacados de onda, sobre todo los que votaron o cuidaron una casilla por primera vez. Fue un frentazo o un mazazo muy grave el que se llevaron, les pegó en el rostro y siguen aún medio inconscientes por lo que vieron y sucedió. Obvio, no es comprensible para ellos las formas por las cuales se hacen del poder los candidatos y sus partidos, nunca pensaron que la política fuera tan despiadada y cruel, que no reconoce nada cuando se disputa el poder.
Nadie debe regatear nada a los jóvenes mexicanos, en su primavera de rebeldía política irrumpieron en la coyuntura electoral, balancearon las cosas, cuestionaron a los poderes fácticos, levantaron el ánimo entre muchos sectores urbanos de la clase media, pero no fue suficiente. Pensaron que de la noche a la mañana serían los grandes protagonistas y los héroes juveniles que cambiaron el rumbo de la historia en el país, pero también generaron temor entre otros sectores, no les alcanzó y tampoco definieron en los resultados de estas elecciones.
Será un grave error el compadecerlos o arrimarles el hombro para apaciguar su dolor o sufrimiento por lo vivido, deben ser ellos los que procesen su propia realidad, para seguir trabajando y que su agenda se cumpla. Ese rollo que medio se escucha sobre la resistencia o la desesperación por hacer su “revolución” es lo que quiere el estado para desinflarlos como movimiento juvenil. No deben decepcionarse, esta es la mayor provocación que les ha puesto el gobierno, no les gusta y quieren que los jóvenes tengan conciencia propia y se organicen de manera pacifica.
Hay otras lecturas que no debemos perder de vista sobre estos comicios del 2012, por ejemplo: uno de los grandes perdedores fue la derecha política en México, otro el presidente Felipe Calderón Hinojosa, la excandidata Josefina Vázquez Mota, su partido (PAN) y los panistas abusivos, corruptos, cínicos, presumidos, alzados y déspotas que nunca pensaron que perderían.  Enloquecieron, se perturbaron, se emborracharon de poder, sus principios les valieron “gorro”, lo único que les interesó fueron las diputaciones, senadurías y gubernaturas, así como los puestos burocráticos, delegaciones y el dinero que los desfiguró, para terminar por entregarle la banda presidencial al PRI.
De igual forma, hay que señalar aquí el fracaso de diversas casas encuestadoras que se equivocaron rotundamente, sin escrúpulo alguno dieron tendencias altas en favor de Peña Nieto, para generar la percepción entre la gente del gran ganador. Nada les importó, perdieron toda compostura y disciplina académica, nadie les volverá a creer. También y aunque hoy estén celebrando “el triunfo de Peña Nieto” y burlándose de López Obrador, los monopolios de la televisión y los grupos fácticos del dinero fueron arrinconados y puestos al descubierto por los jóvenes como los manipuladores de la información y los dueños del poder en México.
Para casi terminar este rollo, diré que después de escuchar las felicitaciones de varios jefes de Estado y gobiernos extranjeros de algunas de las naciones más importantes del mundo, de facto están reconociendo al excandidato del PRI como el próximo mandatario mexicano. Sin embargo, queda añadir que el triunfo o regreso del priismo a Los Pinos es muy frágil y su sustento social muy endeble, puesto que más de 50 por ciento de los electores no avalaron su proyecto u opción de gobierno.
No serán mayoría en el Congreso de la Unión y en la Cámara alta, tendrán contrapesos, deberán negociar y tomar acuerdos parlamentarios para sus llamadas reformas estructurales.
La izquierda no perdió, ganó espacios, triunfó en algunos gobiernos, es la segunda fuerza electoral en el país y sigue más que viva. Por supuesto que falta hacer una autocrítica, hablar de sus errores, pero nadie dude que Morena muy pronto será un partido político nacional.