Cuando dé a conocer su veredicto final el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, esté será inapelable para los partidos que impugnaron los comicios para elegir presidente de la República, además quien nos gobernará en los próximo seis años, quedará legalmente validado. Como están las cosas, como se mueven, por los propios intereses internos y externos, así como por las señales y los símbolos políticos, creo que las elecciones no serán invalidadas y Enrique Peña Nieto (PRI) quedará ratificado como el “candidato ganador” de los pasados comicios del 1 de julio.
El broncón es el país que tenemos, el que recibirá, el que nos tocará vivir, él quiere supuestamente construir y la viabilidad del proyecto de nación que trae consigo.
Para la antigua clase política mexicana, era importante, fundamental y hasta un privilegio nacional el lograr ser el presidente de México y gozar de todo lo que da el poder público. Todos buscaban, luchaban descarnadamente y querían ser el tapado, para después ser el elegido por el dedazo presidencial. El mundo ideal de aquellos políticos del viejo sistema, era verse enfundados con la banda presidencial atravesando su pecho nacionalista, ser victoreados y queridos por el pueblo, tener a todo el mundo bajo sus órdenes, visitar entidades, quitar y poner gobernadores, inaugurar obras con su nombre, hacer la “justicia social”, acrecentar sus fortunas, comprar haciendas y lograr ser aplaudido por la masas, para terminar su obra, estos políticos siempre buscan imitar a un caudillo revolucionario o héroe nacional.
Como no les iba a gustar la presidencia o ser el presidente de los mexicanos a los priistas, si la escuela del Revolucionario Institucional (PRI) para eso los enseñó y ha formado durante décadas, aunque sólo llegan los elegidos y eso de servir al pueblo es mero populismo. Lo que les ha gustado antes de resolver los grandes problemas nacionales, es verse en el balcón del Palacio Nacional cada 15 de septiembre, viajar y vivir placenteramente en los Pinos.
Hoy muchas cosas han cambiado y las ambiciones políticas se han modificado con el paso del tiempo, ya no son las de un solo hombre y su partido, para estos momentos son las de un amplio grupo económico y político. Antes, para los propios priistas tener el poder fue un negocio completo, hoy lo tienen que compartir. México no es un bombón, la complejidad de sus problemas han rebasado las concepciones de nuestros políticos. Quien lo gobierne, aparte de cumplir con todos sus compromisos hechos, también tiene que dirigirlo, conducirlo y llevarlo a mejor puerto.
Por eso ganó Vicente Fox en el 2000, los grandes empresarios y los capitales financieros se cansaron de la corrupción del PRI cuando les tocó administrar el gobierno. Por eso los sacaron del poder y les dieron oportunidad a los panistas que finalmente también fracasaron.
Muchos siguen pensando que la democracia mexicana fue hecha para resolver todo —eso es falso— no funciona de esta forma. Otros creen que seguir en el permanente conflicto social logrará conducirnos al paraíso deseado. Que arrinconará al gobierno electo y no es así, en el país las cosas funcionan de otra manera. Desde el primer momento del nuevo gobierno, entran a jugar otros intereses y el país empieza su a funcionar, sobretodo porque los grandes grupos de poder fáctico empezaran a exigir sus ganancias y el cumplimiento de los compromisos hechos —bisnes & bisnes—.
Los grupos regionales y caciquiles del PRI, exigirán sus cuotas de poder y espacios prometidos, las corrientes de presión interna harán lo mismo, pedirán el reparto del pastel y puestos burocráticos para su gente, los gobernadores irán por lo suyo: mejor trato, más presupuesto federal, más proyectos carreteros y de desarrollo para sus entidades.
Los aliados del PRI exigirán cumplan lo prometido, la maestra Elba Esther Gordillo negociará mucho más de lo imaginado, aprovechara la presión social sobre Peña Nieto y le garantizará su apoyo. Los verdes saben que el chantaje es su fuerte y que sin ellos las negociaciones en ambas cámaras no prosperaran, seguirán lucrando con la democracia partidaria, ese grupo de jóvenes “corruptos” y prepotentes han aprendido el caminito del sistema político. Los sindicatos pedirán respeto a su autonomía para seguir controlando obreros y las cuotas sindicales. Los sectores internos del PRI volverán a recibir sus subsidios. Antorcha Campesina no quedará conforme y buscará más, tendrán sus diputados, quieren tener presencia nacional, volverá amenazar a los gobiernos locales con sus marchas para sacar prebendas y obras, es su función para seguir enriqueciéndose a costa de los pobres.
A esta presidencia no le alcanzará para cubrir tantos compromisos que hizo Peña Nieto y los priistas. No podrán hacer lo mismo que ayer.
Aunque han avanzado con los negociantes del PAN, porque a los blanquiazules lo que les importa en estos momentos son las reformas llamadas estructurales, más por los negocios que hicieron como franquicia partidaria con muchas empresas que quieren invertir en la industria petrolera y la industria de la construcción.
El país tiene frente a sí demasiados problemas nacionales que nunca se han resuelto: pobreza, desempleo, desigualdad, crecimiento económico y ahora violencia.
Tampoco sabemos en manos de quiénes estaremos, lo cierto es que este régimen será de mediano alcance, de grandes convenios nacionales y globales, no tiene perspectivas para el futuro del país, porque el proyecto Peña Nieto no fue diseñado así.
Pero no pierden el sueño, no son los patriotas que alguna vez soñó el pueblo, además tiraran de “loquito” a Andrés Manuel López Obrador, es lo que menos les importa. Al creciente movimiento social de los jóvenes tampoco los reprimirán, no son tontos, dejarán que sigan protestando. Conocen a la izquierda y saben de sus debilidades, tarde o temprano dialogarán, vienen más proceso electorales locales y no pueden desgastarse.
Nadie lo duda, la lucha por la democracia en México es fundamental, se trata de reconstruir una nación severamente golpeada por todos. La izquierda tiene que aprender a ver su propia realidad, ganá dos estados, es la segunda fuerza política del país y tiene un capital de más de 14 millones de votos. ¡Órale como va! Esta es una expresión de los chavos y tal vez la izquierda así debería decirle al PRI. Dejarlos en su ambición del poder, lo hicieron a la mala y la izquierda debe de demostrar que ella no es así, que tampoco le saca, que tiene los tamaños para trabajar por el país, que se opondrá a las reformas que afecten los intereses de la gente y no dejará que el bipartidismo PRI- PAN nuevamente los margine.