Los panistas son muy “chistosos”, extraños, simuladores, hipocritones y quieren esconder su fracaso electoral del pasado 1 de julio a como dé lugar, les espanta aceptar la verdad ante la opinión pública y no quieren escándalos políticos, buscan “en lo oscurito” que su partido salga lo menos lastimado posible. Esta derecha partidaria tiene miedo de aceptar la gran derrota electoral que se llevaron y como les cuesta mucho practicar la autocrítica, tal vez nunca puedan reformarse.
No es para menos, acaban de perder la Presidencia de la República y en consecuencia el poder político que mantuvieron por 12 años en el país. Si fracasaron fue por los grandes errores que cometieron como partido y ante su incapacidad de saber gobernar bien, aunado lo anterior a una pésima candidata y una jodida estrategia de campaña. Por más justificaciones políticas que traten de explicar y de darse “golpes de pecho” nada pueden hacer, quedaron en tercer lugar y son una fuerza partidaria muy testimonial.
En estos momentos, como nunca antes lo han vivido, son un instituto partidario en plena crisis interna, están enfrascados en dos bloques y ambos buscan el control de lo que quedó del PAN. Por eso y sin que medie ninguna regla escrita entre los panistas, el activismo del todavía presidente Felipe Calderón Hinojosa se ha intensificado con mucha fuerza entre diferentes grupos de consejeros para tratar de impulsar antes del 30 de noviembre a una asamblea nacional extraordinaria. A esto se han opuesto el otro bloque encabezado por el dirigente nacional, Gustavo Madero y los Yunques.
Es claro, el proceso de transición del actual gobierno al entrante será mero trámite, lo fundamental o prioritario para Calderón Hinojosa es su partido. Por eso, lo que quiso decir con sus declaraciones de que debe “refundarse” o desaparecerá, en el fondo está señalando a los culpables de la derrota estrepitosa que obtuvieron. Sobretodo porque un partido como Acción Nacional, de una gran tradición política y con presencia de su marca en el país, difícilmente podrá desaparecer por mandato, tendrían que suceder otras cosas. Lo que busca la corriente calderonista es hacerse de la dirigencia partidaria para darle el rumbo que ellos quieren impulsar. De ahí sus propuestas de modificar sus estatutos, los reglamentos de afiliación y membresía, su política de organización territorial, electoral y el espinoso asunto de los dineros públicos, algo deben saber para estar pidiendo el buen manejo de las finanzas.
Unos datitos para medio ver cómo quedó el PAN después del 1 de julio: en 2000 y 2006 triunfaron electoralmente, para 2012 la gente quedó defraudada de ellos, no cumplieron sus promesas y les retiró su voto. Josefina Vázquez Mota sólo sacó 12 millones 786 mil 647 sufragios y quedó en un tercer lugar, tendrán 114 diputados federales y 38 senadores de la República. Coincidentemente se realizaron elecciones locales en 15 entidades del país en donde renovaron a los ayuntamientos, así como a los diputados y en seis de ellas se renovó a los gobernadores y al jefe de Gobierno en el Distrito Federal. Acción Nacional ganó sólo Jalisco. En las federales ganó tres estados, Compromiso por México ganó en 21 y Movimiento Progresista (PRD-PT-MC) ganó en 8. Hace seis años el PAN ganó en 16 entidades y la coalición Por el Bien de Todos (PRD-PT-MC) en los otros 16.
Bueno, algo es algo y en la próxima legislatura ninguna fuerza política tendrá mayoría simple. Ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores ningún partido mayoritario, aún con sus aliados tradicionales, obtendrán 51 por ciento de los votos necesarios para cambiar las leyes ni 66 por ciento para modificar la Constitución. Esto le posibilita al blanquiazul tener vida parlamentaria, negociar y estar en el escenario político. Un asunto que también les importa demasiado a las dos corrientes panistas, puesto que ambas quieren impulsar sus propias reformas llamadas “estructurales”. Como el grupo más tradicionalista, conservador y reacio a modernizar las ideas de una derecha mexicana en plena crisis, no está ciego y cojo, simplemente no dejarán que los reformadores encabezados por Calderón Hinojosa les quiten el control de su franquicia azul.
Ambos bandos se preparan para todo y como perdieron el poder hoy nadie quiere asumir la derrota y sus costos, cuando se reúna el Consejo Nacional del PAN tanto los calderonistas como los maderistas y yunquistas medirán fuerzas. Como son muy “exquisitos”, “mamilas”, envidiosos, resentidos y muchos se la guardan aún a Calderón Hinojosa por no haberles dado “hueso” en la nómina, pues tal vez llegó la hora de cobrarle y evitarán que se adelante la Asamblea Nacional, único órgano partidario que puede definir el rumbo de dicho partido. Además, también les falta definir a sus coordinadores parlamentarios, en donde cada uno se repartirá “el pastel” legislativo: Luis Alberto Villarreal para liderar a los 114 diputados federales y Ernesto Cordero para los 38 senadores.
Felipe Calderón y su grupo cuenta con cuatro expresidentes nacionales del partido —Luis H. Álvarez, Luis Felipe Bravo Mena, Germán Martínez y César Nava—. Gustavo Madero tiene la estructura partidaria: 381 son los integrantes del Consejo; Calderón tiene 190 y sus adversarios cuentan con 191 votos. Para que en Acción Nacional puedan cambiar al actual dirigente nacional necesitan las dos terceras partes de su Consejo Nacional, es decir 254 consejeros nacionales y el presidente no los tiene. Para refundarlo necesitan mucha voluntad política y tampoco la tienen, para ser una derecha moderna, tolerante y democrática necesitan de nuevas y frescas ideas, y tampoco se les da. Ahí veremos de qué están hechos para su nuevo papel de una oposición marginal que no tiene otro camino que pactar con la izquierda.