Ante la evidente y cada vez más creciente oleada de ataques contra la fiesta brava, agresiones que no sólo se incrementan de manera preocupante sino que involucran a ciertas autoridades cuya fortaleza no es precisamente la característica que les adorna, sino que son más bien débiles voluntades que, por eso, por débiles, se dejan fácilmente manejar y llevar.
Ante ello, la mejor actitud que este escribidor ha decido adoptar es hacer una intensa, exhaustiva labor de difusión de la cultura taurina o mejor dicho, y esa será nuestra propuesta conductual, tratar de manera insistente de convencer a todos, aficionados y no, sobre todo a los atacantes de la fiesta de que “El Toro es Cultura”.
Lo primero es aseverar, reconocer que ésta es una labor harto difícil: “la ignorancia no sólo es atrevida”, sino que en cualquier campo resultan de alta peligrosidad las acciones que personas ignorantes puedan emprender. Por eso comenzamos con esta cita que es altamente ilustrativa: “Los entes de cabeza pequeña, atacan y tiran cornadas contra todo aquello que es grande o lleno de grandeza y que sus mentes no pueden comprender”. Más claro ni el agua: Aquéllos que atacan la fiesta (los argumentos son tema aparte) lo hacen porque su estrechez mental les impide ver la grandeza cultural que el ancestral rito taurino lleva consigo.
Lamentable, muy lamentable resulta que por si no fuera poco, dentro de la misma fiesta existen muchos cabestros, mansos peligrosos de media casta cuya cornuda cabeza ante la evidente falta de inteligencia tiran cornadas contra todo lo que dentro de la fiesta se mueve. La frase exacta es de Antonio Machado y dice: “Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”.
Recién, ante la crisis de ataques sufridos por la fiesta en Sudamérica, en la capital colombiana, Santa Fe de Bogotá, su plaza, la “Santa María” ha sufrido agresiones que se pueden catalogar de atrevidas precisamente por emanar de mentes ignorantes; recordemos e insistimos: “La ignorancia es atrevida”. Ante esto, el premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, su país también forma parte del “Google map” de la tauromaquia, ha salido en defensa de sus vecinos colombianos diciendo “no debemos avergonzarnos de nuestra afición a los toros”.
Y el muy afamado y reconocido filósofo español Fernando Savater también se ha expresado en contra de estos descerebrados intentos de prohibición. Savater ha sentenciado: “No se puede prohibir ese momento en el que un ser humano se enfrenta a su destino y los demás le apoyamos sin traicionarle”. Se refiere sin duda al momento cumbre de la faena o lidia de un toro bravo, cuando el esteta torero debe tirarse a matar en la llamada suerte suprema, a costa de su propia vida, que arriesga y expone en el instante que ofrenda su existencia ante las astas del toro, lleva, si una afilada espada, y se apoya en una roja muleta, pero, por delante lleva bien puestos aparte de un par de cojones, un corazón muy grande. Y aquello de “los demás le apoyamos sin traicionarle” se refiere sin duda a la asistencia del público en los tendidos y al apoyo que el torero recibe con las aclamaciones y aplausos entusiastas del cotarro en torno a él reunido.
Otra expresión que resulta concluyente ante tanta agresión que emana de gente que se niega a aceptar la fiesta de toros es del clásico de finales del pasado siglo XIX y gran parte del XX, José Bergamín, quien escribió: “Todo el que no puede ver el toreo, no lo podrá entender jamás, por falta, no por sobra de sensibilidad verdadera”.
Y esta falta de sensibilidad lleva a los atacantes de la fiesta a extremos ridículos como los que a veces llegan a argumentar los supuestos ecologistas y animalistas, quienes dan a entender que por ser proteccionistas de los animales se declaran “vegetarianos”. Para ridiculizarles y exponerlos como lo que son, extremistas de dar risa; por ello, en actitud rayando en la genialidad, Bertín Osborne les responde: “Dentro de unos años llegará el iluminado que quiera prohibir la paella”. Y de este riquísimo platillo de la cocina española y más ridiculeces de los animalistas escribiremos en próxima entrega.