El cambio de sede de la ceremonia del Grito de Independencia puede parecer para muchos un asunto menor, sin embargo esta decisión conlleva mensajes muy claros para la clase política de Puebla.
De entrada, es evidente que el desaire del gobernador Moreno Valle al alcalde Rivera tuvo consecuencias negativas hacia el primero, por la falta de civilidad política que esta acción implicó. La afrenta fue vista como una de las primeras señales de lo que sería el sello autoritario del nuevo gobernante.
Y el tiempo terminó por confirmar esas percepciones, las cuales llegaron a su clímax con la fiesta VIP que el morenovallismo organizó en el marco de las celebraciones del 150 aniversario de la Batalla de Puebla. De ahí que el cambio de sede tenga diversas intenciones y marcados objetivos.
En primer término, evitar que esta vez sí, Eduardo Rivera lo acompañe en el balcón del palacio municipal.
Por otra parte, la celebración del Grito en Los Fuertes permitirá borrar la imagen elitista que marcó el festejo del 5 de mayo organizando una verbena popular multitudinaria, la cual contrastaría con el petit comité que disfrutó del millonario show “engalanado” por Chayanne y Marc Anthony.
Todo indica que el Grito versión 2012 incluirá un baño de pueblo para el Señor de los Cerros, quien además de presumir la obra emblemática del morenovallismo intentará resarcir los daños que ha sufrido su imagen con los diversos escándalos que han rodeado a su gobierno.
No es casualidad que los asesores del gobernador le hayan aconsejado regresar a los orígenes de su exitosa candidatura, la cual apostó por la cercanía con la gente, misma que fue sepultada al día de su toma de posesión, ya que a partir de ese momento el mandamás poblano se elevó hasta alturas inalcanzables para el grueso de los poblanos.
Sin duda, un golpe de timón para corregir el rumbo en este momento me parece más que oportuno, sobre todo porque el pueblo empieza a “estereotiparlo” como un gobernador elitista.
A menos de un año de la elección intermedia local, la cual es la más importante de su sexenio, es vital para el gobernador dejar los helicópteros y el glamour, para recuperar a los decepcionados del morenovallismo. Una muestra de que la factura empieza a crecer la vivimos con lo sucedido el 1 de julio, cuando el morenovallismo sufrió varias derrotas electorales, incluida la de Ciudad Serdán.
Por eso resulta interesante que con el cambio de sede, se argumente que lo harán en un área más grande que el zócalo, lo cual hace pensar que morador de la Casona de Los Fuertes quiere darse un gran chapuzón de pueblo.
Lo único que al parecer no ha comprendido nuestro gobernante es que la tradición del Grito no fue un capricho ni de Marín ni de Melquíades, como tampoco de Bartlett y de ninguno de sus antecesores, incluido su abuelo. El Grito se realiza en la principales plazas públicas de todas las localidades de México porque es el lugar en donde, de manera natural, se reúne el pueblo. No es casualidad que las catedrales y los palacios municipales se ubiquen en su mayoría frente a las plazas públicas; esos puntos de encuentro son producto de nuestra idiosincracia y contra ella no se puede atentar.
Pero, por si fuera poco, algo que no se ha dicho es el monto de lo que costará levantar un escenario especial para el Grito, con escenografía, iluminación, sonido y tribunas —campana incluida—, para mover el Grito a Los Fuertes.
¿Para qué gastar millones, si el Zócalo es un escenario esplendoroso para dar el Grito independentista?
Ya veremos en qué termina esta historia, pero como poblanos sólo podemos esperar que el gobernador nos dé una muestra de sensibilidad política.

El vacilón del INAH
Y de la prohibición del INAH de utilizar fuegos artificiales en el zócalo para no dañar los monumentos históricos, como razón para mover el Grito a Los Fuertes, únicamente puedo decir que me parece una auténtica vacilada.
Imagínense si prohibieran los juegos pirotécnicos para no dañar los edificios históricos, tendrían que mover las delebraciones del Grito en todas las capitales de los estados, incluido el del zócalo del Distrito Federal.
Y, acaso, ¿Los Fuertes de Loreto y Guadalupe no son monumentos históricos?
Ojalá y el titular del INAH en Puebla echara un vistazo a las celebraciones de Año Nuevo en todas las capitales del mundo y de los espectáculos pirotécnicos sobre edificios mucho más antiguos que nuestra Catedral.
Sin duda, el oficio del INAH resulta más que sospechoso.
“A otro perro con ese hueso”, diría el refranero.