Muchas cosas siguen como siempre, en ésta y en varias administraciones atrás.
El Órgano Superior de Fiscalización, antes Contaduría Mayor de Hacienda, es simplemente un apéndice del Poder Ejecutivo, una poderosa arma para infundir temor entre los enemigos y una moneda de cambio para llevar a cabo todo tipo de negociaciones. Actualmente, las famosas cuentas públicas son el mejor instrumento para maniatar a los inquietos presidentes municipales, a los cuales por supuesto que les gusta “pegarle al cajón” y en el pecado llevan la penitencia.
Sólo de ese modo se explica que un presidente municipal como Porfirio Loeza de Tlatlauquitepec se mantenga en funciones, pese a haber sido destituido por el Congreso del estado, mientras otros ediles han sufrido todo el peso de la ley y hoy andan prófugos de la justicia o en la cárcel.
La modernización de la administración pública que tanto presumió el morenovallismo necesariamente pasa por terminar con los criterios políticos con los cuales se maneja el Órgano de Fiscalización del Congreso del estado, hoy en manos del yerno del mentor político del actual gobernador, quien actúa simple y llanamente como lo que es: un empleado más de la estructura. La forma, la operación política arcaica, la intimidación siguen siendo los mismos métodos para “convencer” a los enemigos de que es mejor cooperar que sufrir las consecuencias.
Con este mismo pretexto hoy, lo mismo se tiene amagado al presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez que al exalcaldesa capitalina, Blanca Alcalá Ruiz, la cual es punto y aparte, ya que sin duda es la mejor muestra de cómo se negocian las cuentas públicas.
Como parte de un convenio con el “padrino político” de la exalcaldesa, Emilio Gamboa Patrón, se acordó en plena campaña federal posponer la discusión de su última cuenta pública correspondiente a 2010. ¿Acaso la ley es negociable? Esa cuenta pública se debió dictaminar en tiempo y forma en el pasado periodo de sesiones. ¿Por qué no se hizo? Porque era mejor negociar con el poderoso líder de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, que confrontarse con él.
El Órgano de Fiscalización Superior de Puebla es una vergüenza a nivel nacional y debe ser modificado.
Los galanes del Conalep
Se llaman Wilbert Brito Villanueva y Néstor Macario Hernández López y ambos se dicen la “mano derecha” e “izquierda” del director de los Conalep en Puebla, Francisco de Padua Flores Flores.
Wilbert Brito cobra como subcoordinador de Planeación, Programación y Presupuesto del Conalep; el otro, Néstor Macario Hernández, cobra como subcoordinador de Informática de estos centros de estudios para profesionales técnicos; ambos se han convertido en el terror del personal de esta institución, en especial de las damas.
Wilbert Brito maltrata a todo el personal, nadie soporta su carácter, es quien presume que pronto su jefe, De Padua Flores, se va de Puebla al gabinete de Peña Nieto y por lo mismo desdeña a todos los poblanos. El mal carácter de Wilbert sólo se vuelve afable con las mujeres. Quién sabe por qué.
El otro dolor de cabeza del personal del Conalep es Néstor Macario Hernández López, quien de plano sí se siente el galán de la institución e incluso se asume como tal.
Al correo de las Serpientes y Escaleras hemos recibido diversas denuncias sobre el comportamiento de estos dos personajes y ojalá el titular de la SEP, Luis Maldonado Venegas, tome cartas en el asunto y abra una investigación contra estos personajes, que son un verdadero dolor de cabeza para el sistema educativo de la entidad.
El OFS, garrote político
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