La población de San Francisco Ixtacamaxtitlán se encuentra enclavada en la hermosa sierra poblano-tlaxcalteca, justo sobre el límite horizontal superior del estado de Tlaxcala y por debajo de la serrana Chignahuapan; a su entrada un arco da la bienvenida y anuncia "Pueblo de hechos históricos " y, efectivamente, por esos parajes de pinos y oyameles, pasó el capitán conquistador Hernán Cortés en su primer viaje rumbo a la meseta del Anahuac. Precisamente, al llegar a ese lugar, y a la cercana y no menos bella Zautla, los españoles, exclamaron y llamaron al lugar: ¡Castellblanco! Que significa “lugar de casas de techos blancos”, comparándoles con algunos pueblos de Castilla.
Pues hasta ahí llegaron los matadores Leonardo Benítez, de Venezuela, Federico Pizarro y el de Aguas, Arturo Macías, con 6 TOROS 6, de la ganadería de "Piedras Negras", mismos que fueron embarcados a la "antigua usanza" arreados a potrero- traviesa por los caporales de sangre rojinegra, ante la presencia de espadas, apoderados y cuadrillas.
Era el día de la festividad del Santo Patrono, por eso, uno de los piedranegrinos se llamó: "Don Pancho" y otro "Patrono". Los seis fueron guapos, bien jarifos, cárdenos, del claro, al oscuro y dos entrepelados. A cinco de ellos se les tumbaron las orejas. Al primero: dos, Benítez y ninguna a su segundo. Pizarro: dos a su primero y una otra al segundo; igual hizo Macías con el número de peludas que echó a su espuerta.
Pero lo principal de este comentario va en torno al entradón, aunque la plaza se llenó mucho más por fuera que por dentro, entonces, no sé si debiera croniquearse: "Salidón" o "Afuerón", un cálculo conservador nos señala que la cantidad de alegre concurrencia que llenaba la plaza, fácilmente se triplicaba en las afueras, es decir en las laderas de los cerros que rodean la plaza.
Y después del festejo taurino...¡Al comelitón! Dice el acta del Cabildo que se levantó al respecto. "Se mataron doscientos guajolotes" para el rico mole que se guisó para deleite y agasajo de los invitados y que según dicen los expertos en servir tragaderas, —Perdón, se les llama Chefs—, un guajolote en mole bien sirve para 20 porciones, por lo que bien llegaron en número no menor de 4 mil comensales los que se sentaron a las diferentes mesas que fueron servidas.
Por ahí vimos rechupandose los dedos del riquísimo manjar poblano a aficionados de Puebla, Tlaxcala, Apizaco, Huamantla y Teziutlán, verdaderos aficionados de los que van a todas, a cualquier pueblo, sea chico o sea grande, como los qué semana a semana acostumbraba visitar el inolvidable Federico Garibay de la peña "Mal de Montera" de Jalisco.
En cuanto al proceder del H. Ayuntamiento del pueblo — y algunos otros munícipes deben tomar nota—, para lograr tan admirable respuesta fue: el propio Ayuntamiento financia la corrida pagando toros y toreros, en este caso, un cartel digno de cualquier plaza, lo que es más en "El Relicario", en el pasado reciente nunca se dio uno similar y mucho menos con ese gran poder de convocatoria.
Las entradas a la plaza se obtienen en el Palacio Municipal o en la plaza el día de la corrida.
¿Cuánto cuestan los boletos? Se canjean por "Un Kilo de ayuda". Sí señor, leyó usted bien, cada miembro de cada familia, porque asisten por familias enteras, obtiene su boleto, a cambio de entregar; un kilo de Harina, un kilo de arroz o un kilo de frijol, sal o maíz, mismos que van a dar a familias de las comunidades más pobres del municipio. Ese es el secreto del admirable y grandioso éxito de entrada.
Ahora bien, la "entrada" en las laderas de los cerros, las, rocas, copas de árboles y tribunas improvisadas, tablones en las plataformas de tortones estacionados en los altos alrededores de los cerros, adonde hasta bares improvisados con toldos se instalan, la entrada a todas estas localidades es absolutamente gratis.
Y en casos como el del cartel del pasado 4 de Octubre, bien vale la pena treparse en las copas de los sabinos o hasta acomodarse entre las gruesas pencas de un alto maguey. Que buena, admirable y envidiable respuesta de esa noble afición.
No, no son los “zetas” al acecho, son aficionados sin boleto, trepados en la copa de un árbol.
Por el Sí a los toros. ¡Qué enorme y admirable afición!
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