Tendrá aproximados cuatro meses que en los corredores de las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) corre el rumor de que el comandante Juan Luis Galán Ruiz, actual director de la Policía Ministerial del Estado (PME), va a ocupar el cargo de procurador de Justicia, en lugar de Víctor Antonio Carrancá Bourget a quien la política y las buenas amistades lo llevan al Distrito Federal, a la nueva administración Miguel Ángel Mancera, jefe electo del Gobierno del Distrito Federal.
Este “rumor” ha llevado a Luis Galán a acelerar el paso de las comandancias de la Policía Ministerial para exigirles mayor rendimiento, más cumplimiento de órdenes de investigación, de aprehensión, amén de la también exigencia de que estos mismos investigadores complementen el trabajo con la prevención del delito y por lo mismo los colocan a vigilar bancos, a participar en operativos carreteros, y las exigencias cada son más y menos sus gratificaciones.
Pero lo más grave es que Luis Galán se convirtió de director en dictador de la Ministerial y se le ocurrió que para presionar más a sus elementos se puede con amenazas y trato déspota, a lo que incluso se anexaron su equipo de trabajo, todos ellos agentes provenientes del Distrito Federal; incluso las mismas secretarias, a las que les dicen “Titancitas” y quienes a la par de su jefe tratan “con la punta del zapato” a comandantes que tan sólo por sus años de experiencia merecen respeto. Para nadie es extraño como los jefes de la Policía Ministerial tratan a su personal: basta nada más escuchar los radios donde las ordenes van acompañadas de ofensas, amenazas y ¡ay de quien trate de responder!, porque “no se la acaba”.
Las secretarias, a las que —le comentó— les dicen “Titancitas”, tratan con toda la falta de respeto a investigadores que, por sus años de trabajo en la persecución de delitos, merecen respeto, por lo que tienen que aguantar sus desplantes con tal de no perder su trabajo y con esto la oportunidad de salir con una buena pensión.

El jefe Solís
Es lamentable para quienes siguen aún en la Ministerial, porque muchos han renunciado por “motivos de salud” y otros han sido cesados o incluso obligados a renunciar, la actitud que a la llegada de Juan Luis Galán y su equipo del Distrito Federal presentó el comandante José Solís Briones, quien en su afán de no perder el cargo de “segundo de abordo” no sólo se determinó a aguantar los malos tratos de sus jefes, sino que además los justifica.
“El jefe tiene razón”, les dice por radio cuando uno de los comandantes, jefes de grupo o agentes recibe el “rosario” de amenazas de sus jefes, quienes se olvidaron que antes de estar al frente de una corporación estatal de investigadores eran sólo eso: comandantes, y que sus cargos no obedecen a algún concurso de oposición sino al “dedazo” de su amigo.
De estos jefes todos hablan de “rectitud” en el trabajo, cuando uno de ellos regentea una casa de citas ubicada atrás del Hospital de San Alejandro, en la 4 Poniente 2701.

Ya viene vieja, ya me voy vieja…
La presión que Juan Luis Galán, en su afán de buscar reflectores, ha realizado contra su personal provocó una huelga silenciosa a grado tal que el desempeño de la Policía Ministerial se está yendo al caño.
Su efectividad ha disminuido, primero porque los utilizan como policías preventivos para realizar trabajos de vigilancia, luego les ordenan que cumplan con sus órdenes de aprehensión, luego sus investigaciones y más tarde sus operativos, y en muchos de los casos les disminuyeron sus horas de descanso.  No les importa que revienten, sólo que produzcan resultados para su jefe, “para la tele”.
Aunado a que al personal de la Ministerial no le permiten ni siquiera descansar, está la amenaza latente que al menos 200 agentes, jefes de grupo y comandantes que van a ser dados de baja porque no pasaron el examen de confianza, y conste que actualmente no pasan de 400 agentes, además de que no hay contrataciones.
Por eso, la PME podría desaparecer.
Nos vemos cuando nos veamos.