A partir del minuto siguiente a la confirmación del triunfo de Enrique Peña Nieto, cientos de priistas poblanos empezaron a repartirse el botín. Lo mismo melquiadistas que marinistas, pasando por los dogeristas, blanquistas y uno que otro zavalista.
Dos años de hambruna política han provocado espejismos en el grueso del priismo local, el cual ve en las delegaciones federales el oasis que los regresará a los tiempos de jauja. Sin embargo, para dar cabida a todos aquellos personajes que se sienten delegados tendrían que crearse cuando menos 500 delegaciones, las cuales apenas alcanzarían para saciar sus necesidades.
Por desgracia, independientemente de la reestructuración que el equipo de Peña Nieto tiene planteada, serán unas 40 delegaciones las que operarán en Puebla. Además, de esos 40 delegados, una parte considerable podría venir de otros estados, ya que es una vieja práctica de los gobiernos priistas intercambiar delegados de diversas entidades, lo cual podría llevar a algunos poblanos a ocupar delegaciones de otras partes del país.
Así es como el estilo priista busca equilibrio nivelando las fuerzas políticas. De esta forma lo hicieron siempre y difícilmente será distinto.
Ahora bien, ¿quien llevará mano en el reparto de esas delegaciones?
El centralismo del PRI generará que de manera obligada cada delegación sea palomeada de manera personal por los dos hombres más fuertes del equipo del presidente. Luis Videgaray hará lo propio en los temas relacionados con las carteras financieras y Miguel Osorio se encargará de las carteras políticas.
En esa lógica, en Puebla sólo hay que voltear los ojos a los hombres más cercanos a esos dos poderosos personajes, para resolver la incógnita.
No es casual que Jorge Estefan Chidiac esté convertido desde los tiempos electorales en el priista poblano con mayor poder al interior del PRI, siendo de los pocos que tienen liga directa con la cúpula peñista y, por otro lado, que Juan Carlos Lastiri haya logrado escalar posiciones, particularmente con Osorio Chong. Otro personaje que seguramente será escuchado para hacer algunas recomendaciones es José Chedraui, quien tiene derecho de picaporte con la burbuja presidencial.
Así que no es casual que en este momento las oficinas de estos tres priistas poblanos parezcan agencias de colocación.
Cualquier otro que presuma tener la fuerza para colocar delegados, créanme, está delirando.

El apretón de Peña
Será en las primeras semanas de su gobierno cuando Enrique Peña Nieto dé el primer manotazo en la mesa para hacer entender a los gobernadores no priistas quien es el que manda en este país.
Las señales no serán entrelíneas, sino abiertas y contundentes.
Un apretón inicial en la revisión de las cuentas públicas en donde se hayan aplicado recursos federales puede ser el primer aviso, pero sobre todo, veremos la mano dura al momento de repartir el presupuesto desde San Lázaro. El nerviosismo del gobernador Moreno Valle respecto a lo que implica el arribo de Enrique Peña quedó perfectamente demostrado en la comida en Casa Puebla con los diputados federales, a quienes les insistió que lo prioritario eran los proyectos del “jefe”, refiriéndose al presidente.
Sin duda, las sospechas morenovallistas están perfectamente justificadas porque si algo aplican los priistas, y Peña Nieto no será la excepción, es aquella máxima política que dicta “el poder no se comparte”.
Y para verlo falta muy poco.