El Partido Revolucionario Institucional en Puebla padece lo que en psicología se ha denominado como el síndrome de Estocolmo, aquel padecimiento en donde la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad, o hasta afecto, con quien la ha privado de su libertad.
Luego de la derrota que sufrió este partido el 4 de julio de 2010, lo que representó la pérdida del poder tras 70 años de mantener la gubernatura en sus manos, el PRI pasó a jugar un papel de triste oposición en Puebla. Juan Carlos Lastiri Quirós, quien se hizo cargo del PRI luego de la derrota electoral y quien sustituyó a Alejandro Armenta Mier, trató de hacer un papel decoroso al frente de este instituto político pero cuando Lastiri dejó el tricolor para irse como candidato al Senado, como compañero de fórmula de Blanca Alcalá, las cosas empeoraron.
Lastiri cedió su lugar como aspirante al Senado y obtuvo como recompensa un lugar en el CEN del PRI, entonces las cosas en Puebla cambiaron diametralmente; José Luis Márquez Martínez, quien se venía manejando como líder de la bancada del tricolor en el Congreso local, también dejo su lugar y los diputados locales perdieron también la brújula y el pudor. Hoy se encuentra secuestrado, pero lo peor es que el PRI, lejos de querer terminar con esa insana relación se aferra a vivir en los brazos de su opresor al que ven como su “salvador”, como su guía, pese a que fue quien los derrotó en las urnas y además los despojó de cualquier signo de dignidad.
Cuales meretrices, los priistas que ocupan puestos claves —como diputaciones locales y federales, regidores y alcaldes— se han dado a la tarea de revolcarse a cambio de obtener prebendas y dinero o, en el peor de los casos, de no ir a la cárcel luego de su paso por algún puesto en la anterior administración. Secuestrado y prostituido, el PRI es hoy un pesada carga para quien aspire a ocupar un cargo de elección popular el próximo año, por eso si este partido quiere tener oportunidad de competir necesariamente tienen que presentarse cambios.
El PRI debe dejar atrás la actitud timorata y colaboracionista para enfrentar al gobierno desde su papel de oposición y dejar atrás el síndrome de Estocolmo de quienes secuestraron a este instituto político en Puebla. Este día, en que Pedro Joaquín Coldwell se reúna con los diputados locales de su partido en México, muchos deberán de rendir cuentas por el pésimo papel que han realizado, pero sobre todo por la forma en que han vendido a este instituto político en temas como la reforma electoral, la redistritación, la “ley Mondragón”, la reforma a la Ley del Órgano Superior de Fiscalización y la conformación del nuevo Instituto Electoral de Puebla.
El daño está hecho, pero ahora si en verdad quieren competir ante las nuevas circunstancias deberán dejar atrás esa actitud de sumisión y ponerse a trabajar en busca de mejores perfiles para hacer frente a la contienda electoral del 2013. Como están las cosas, actualmente al PRI le queda poco tiempo para enmendar el camino. Hay variables que operan en contra del priismo, como la conformación del gran bloque opositor para el próximo año, el cual está casi listo y seguramente estará conformado por el PAN, el PRD y Compromiso por Puebla.
El futuro del tricolor es ni más ni menos lo que estará en juego para el próximo año. Para el inquilino de Casa Puebla la elección es de vida o muerte, su proyecto para 2018 y la viabilidad de transitar al interior del PAN pasa precisamente por esa aduana.