El día de ayer el autor de la Quintacolumna, Mario Alberto Mejía, confirmó mi versión que un día antes anunció la fusión de la Dirección de Comunicación Social, con el Sistema de Televisión, Radio y Medios Electrónicos del Gobierno del Estado, misma que quedaría a cargo de Marcelo García Almaguer, con la obvia salida del vocero Sergio Ramírez Robles.
Evidentemente, este ajuste sirve como pretexto para eliminar del mapa al inefable vocero morenovallista, quien provocó una grave caída en la imagen del gobernador, tal y como lo demuestra la evaluación de los gobernadores presentada por el Gabinete de Comunicación Estratégica (CGE) publicado a nivel nacional la semana pasada. Al respecto, es importante analizar los motivos que apresuraron la renuncia del vocero del gobernador, quien evidentemente obedeció las órdenes supremas, las hizo suyas y las defendió apasionadamente muy a su manera.
Sin temor a equivocarme, la gota que derramó el vaso fue la errada estrategia jurídica que contempló el enjuiciamiento masivo contra 18 periodistas, el cual terminó con sólo dos tímidas demandas contra dos reporteros.
En esa fecha describí esta absurda acción del gobierno morenovallista como un error de cálculo, el cual provocaría graves problemas al habitante de Casa Puebla, por haberse convertido este asunto en un escándalo nacional. Éste es un fragmento de esa columna:
Contracara 25 de octubre
La lista macabra del vocero
Lo dicho.
La filtración periodística que reveló la existencia de una serie de demandas en contra de 19 periodistas, por parte del gobernador, trajo consecuencias muy graves contra la imagen de Rafael Moreno Valle. El recuento de los daños resultó de consecuencias mayores, sobre todo porque rebasó la aldea poblana para alcanzar espacios nacionales e internacionales. Para quienes conocemos los procedimientos del vocero gubernamental, no nos queda la menor duda de la autoría de la lista publicada por Arturo Rueda en el periódico Cambio. La famosa lista, que circuló durante todo el martes por diversos espacios electrónicos, nunca fue desmentida por el vocero, hasta que —tras el escándalo mediático— se vio obligado a publicar en su cuenta de Twitter que la lista no existía, por lo que sólo serían dos los periodistas demandados. En su jugueteo mediático, el vocero olvidó que la figura a cuidar no es la de él, sino la de su jefe, el gobernador, a quien terminó generándole graves descalificaciones por parte de un número importante de periodistas. Y aunque ayer vino la negación de la lista, ésta llegó cuando el daño estaba hecho, lo cual, les guste o no, es un hecho irreversible. Tras la tormenta, el gobernador se vio obligado a desmentir la existencia de la lista, cuando ése debió ser trabajo de su propio vocero. Suponiendo —sin conceder— que la lista de los 19 sólo haya existido en la imaginación de Arturo Rueda, la pregunta es: ¿por qué no lo aclaró el vocero desde la mañana del martes? Si el vocero se percató que diversos medios daban crédito a la nota que revelaba la persecución contra 19 periodistas, ¿qué le impedía negar la existencia de la misma? (…) Evidentemente, en su afán de espantar a los periodistas incluidos en la carta, olvidó que su deber es cuidar la imagen del gobierno del estado y, por lo tanto, la del ejecutivo. Al final de la historia, no espantó a los periodistas, pero sí le armó tremendo escándalo a su jefe. Tras el desaguisado, el gobernador no tuvo más remedio que salir a desmentir la lista macabra de su vocero. Bien dicen que “cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde”.
Para su mala fortuna, por la disposición a complacer a su jefe, el vocero se dejó llevar por las fobias del sexenio y pensó que llevando a juicio a los considerados “enemigos” del gobernador se colgaría una medalla de héroe.
No cabe duda que el destino le jugó una mala pasada y nuestro personaje pasará a la historia como el vocero que fracasó en el intento de derrotar a la prensa crítica de Puebla.
Buen viaje.
El día que el vocero perdió la guerra
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