A partir del sábado pasado, cuando Enrique Peña Nieto rindió protesta como presidente de México, circulan en las redes sociales una serie de comentarios a favor, en contra, ofensivos o hasta agresivos hacia su persona. Es evidente que todo esto forma parte del ejercicio propio de la democracia. Sin embargo, uno de los focos de atención más importantes para el ahora mandatario es la imagen de su esposa Angélica Rivera, alias “La Gaviota”.
Las “primeras damas” generalmente tienen los reflectores por sus actos de caridad, apoyo a los más desprotegidos, defensa de los derechos de niñas y niños, y actividades enfocadas a la beneficencia pública. El nivel educativo y cultural de las esposas de los mandatarios nunca ha importado, pues en casi toda la historia de nuestro país ellas, las mujeres, deben cumplir el protocolo e ir un paso atrás (a veces literalmente) de quien manda en el territorio nacional.
Si tenían o no una vida o carrera propia antes de llegar al poder, todo se desvanece y terminan convirtiéndose en la cara amable de cualquier gobierno (incluyendo los estatales y los municipales). Alguna vez se ha puesto en el lugar de estas mujeres. Debe ser complejo seguir el proyecto de alguien más olvidando el propio e incluso ser durante un periodo determinado, según sea el caso, lo que quizá no eres y nunca quisiste.
La imagen pública de la ahora primera dama, quien es conocida por sus “dotes” de actriz de telenovela y quien además se despide de su carrera artística motivada por el “amor” (como pasa en las novelas, vaya) se convertirá sin duda en una revolución para quienes en un futuro ocupen el cargo honorario de presidentas del DIF.
Hasta hoy hemos visto que la popularidad de Angélica Rivera es tan alta como la del propio presidente e incluso hay quienes se refieren a Enrique Peña Nieto como el esposo de “La Gaviota” (por lo menos mi madre así lo hace). Cada paso que dé, cada evento al que asista, siempre será la de la telenovela.
El esquema familiar que representan los Peña-Rivera, donde se aplica eso de “los tuyos, los míos y quizá los nuestros” también revolucionará la cultura mexicana que sin duda requería, desde mi particular punto de vista, un rompimiento de tabúes como el absurdo esquema en donde las familias se conformaban con mamá, papá e hijos.
Hoy todo ha cambiado, incluso la manera de ver a nuestros gobernantes. La señora Peña Nieto tendrá sobre su espalda la radical responsabilidad de mantener esa imagen inocente, cursi y hasta tonta, pues es así como los habitantes de este país la recuerdan en su personaje de “La Gaviota”. Será la primera dama que en lugar de apoyos le pidan autógrafos. ¿Lo duda?
Al tiempo.