Muchas veces observamos a excelentes profesionales, expertos en su especialidad, que sin embargo no obtienen una buena performance laboral. Y esto sucede porque para lograr un alto desempeño se necesita, además de las competencias técnicas, poner en función un conjunto de “habilidades sociales” o competencias genéricas que posibiliten accionar e interactuar con efectividad.
Más allá de la pericia, de la formación científica o de la solvencia técnica, se pone en juego en el desempeño laboral un conjunto de destrezas y habilidades que no tienen que ver con la formación específica. El grado de conocimiento, los títulos académicos y el nivel de experiencia siguen siendo temas importantes pero no excluyentes. Una persona puede ser “sabio en conocimientos” pero incompetente en el desempeño de su función. Las competencias técnicas, por muy desarrolladas que se encuentren en un individuo, constituyen solo uno de los factores —muy importante por cierto— que incidirá en su performance laboral. Así, dos personas que posean las mismas capacidades específicas, pueden tener un desempeño distinto en un mismo ámbito laboral. Independientemente de lo que cada uno sepa en su campo de especialidad, su capacidad de acción, su desempeño en las tareas que realiza y el desarrollo de su carrera laboral van a estar condicionados por sus competencias genéricas.
La importancia que se le asigna al tema de las competencias genéricas y su creciente impacto en el mundo del trabajo, lo podemos verificar en el hecho de que 135 universidades europeas conformaron en el 2001 el denominado Espacio Europeo de Educación Superior, acordando adoptar una nueva metodología “orientada al aprendizaje de competencias” y poniendo en marcha el Proyecto Tuning, que determinó las 30 competencias genéricas que deberán desarrollar todas las carreras de dichas universidades.
Sin duda, el nivel de mayor complejidad en las competencias genéricas se expresa en el liderazgo, ya que involucra no solo la efectividad personal, sino también la habilidad y destreza en inspirar, guiar y facilitar el accionar de otras personas a los efectos de generar una acción colectiva hacia un objetivo compartido.
Las cinco competencias esenciales, que son la base de todas las demás, constituyen las componentes de lo que he denominado “Maestría Personal”. Estas son: Visión Personal, Fortaleza Emocional, Capacidad de Aprendizaje y Cambio, Competencias Conversacionales y Efectividad Interpersonal.
La Visión Personal implica adquirir una noción de sentido y de propósito en nuestra vida. En esta competencia se distinguen tres elementos fundantes: la Visión de Futuro, el Autoconocimiento, y el Diseño y Construcción de Futuro.
La Fortaleza Emocional es la segunda competencia. La emocionalidad es una predisposición para la acción y por lo tanto condiciona nuestro desempeño. Dependiendo del estado de ánimo en que nos encontremos, ciertas acciones son posibles de realizar y otras no.
La Capacidad de Aprendizaje y Cambio es la tercera competencia. Aquí se vinculan los distintos niveles de cambio que se quieren llevar a cabo, con los diferentes tipos de aprendizaje que son necesarios realizar a lo largo del proceso de desarrollo laboral.
Las Competencias Conversacionales es la cuarta competencia. Se distinguen cinco competencias conversacionales: hablar con poder, escuchar en profundidad, indagar con maestría, entrar en sintonía y conversar en forma constructiva.
La Efectividad Interpersonal como quinta competencia, es la capacidad de  establecer vínculos, coordinar acciones, generar compromisos y desarrollar confianza entre las personas.
La incorporación y el desarrollo de estas competencias es el camino más seguro y eficaz para alcanzar excelencia en las relaciones humanas, ya sea que las mismas estén condicionadas por un vínculo laboral y se establezcan en el marco de un ámbito organizacional, o se den en la esfera personal o familiar.