Me pregunto: ¿Qué cosa le pude enseñar un descerebrado que se esconde tras una máscara de calavera y que amenazante camina con un hacha de monte? ¿Qué le pude enseñar una bestia encapuchada, armada con un tubo que arrancara de la valla de la autopista, y que presume en la otra mano una piedra lista para azotártela en la cara?
¿Qué le puede enseñar a nuestros hijos un cretino que le arroja una bomba o un cohetón a otro ser humano? ¿Qué les pueden enseñar a nuestros hijos semejantes animales? No me van a decir que esa es la forma de defender sus derechos: ¡Coño!, son maestros. Se supone que son ejemplo para la juventud y la niñez…
Los derechos se ganan cumpliendo con nuestras obligaciones. ¡Se ganan! Sus derechos no les dan derecho a pisotear los míos, y mucho menos los derechos de los niños a los que no los está defendiendo nadie. ¿Quién defiende los derechos de los niños? ¿Quién defiende los derechos de los padres que no tienen tubos ni hachas ni máscara? Eso es política barata, criminal y falta de inteligencia… ¡Estupidez total!
Ojalá que el buen Señor no los haya premiado con hijos, porque serían niños que, a querer o no, repetirán conductas, hijos que no sabrán defender nada justo de manera inteligente y civilizada… y así México seguirá para abajo, por uno o dos políticos manipuladores y apátridas que manejan todo el teatrito regalándoles tres pesos.
Ojalá que se les pudra la cola: pobre niñez mexicana. ¿Qué futuro le espera al país con semejantes “luchadores sociales” que no pueden hilar dos palabras con algún sentido?
“Defendiendo sus derechos.” ¿Qué derechos pueden exigir quienes mutilan y destruyen el presente y el futuro del país, olvidándose de los derechos de los más débiles, los niños? Usen sus dos neuronas, utilícenlas civilizadamente, masculinamente, inteligentemente, dialoguen, no se dejen manipular.
Si creen que la fuerza es el único camino para alcanzar sus derechos, váyanse a la sierra, como guerrilleros, como hombres de ley, pero no se escuden en un “titulo” que deshonran, desquiten el sueldo que con grandes sacrificios les pagamos; sueldos que si merecen los verdaderos maestros, los maestros de convicción que son quienes deberían estar mejor pagados y enseñar en escuelas digas.
Para ellos mis respetos, mi admiración y agradecimiento… Para los otros, ojalá se les pudra, como están pudriendo a nuestra juventud y a nuestra niñez.