Aunque pueda parecer un mal chiste, la realidad política de Puebla, a partir de la reforma electoral aprobada hace dos años por los legisladores locales, nos deja entrever la posibilidad de que hasta un personaje como Miguel Barbosa pudiera ser gobernador en la elección de 2018.
Antes de reírse, permítanme explicarlo.
Tal y como lo he citado en anteriores columnas, los obedientes diputados que conforman la actual Legislatura aprobaron empatar la elección de gobernador con la de presidente de la República, perdiendo la independencia que requieren los comicios locales.
En esa lógica, la dinámica de los medios nacionales y el poder financiero de los candidatos presidenciales crean una inercia que en un descuido puede hacer gobernador a cualquiera.
Recordemos que en 2012 en Puebla ganó el candidato perredista Andrés Manuel López Obrador, por encima de Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota, y aunque un trabajo de alquimia gubernamental permitió la noche de ese domingo revertir algunas diputaciones y hasta las senadurías, la realidad es que el voto de la izquierda puso en entredicho al PRI y al PAN.
Anticipándonos a los hechos, tendremos que los tres candidatos a gobernador dependerán en gran medida del potencial de sus abanderados presidenciales.
En una elección en donde uno de los aspirantes a gobernar desde Los Pinos tome una clara ventaja, el candidato a gobernador por ese partido tendrá claras posibilidades, así sea del PRD.
No es descabellado pensar que Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Mancera pudieran convertirse en fuertes contendientes en 2018 y, en esa dinámica electoral, créanme que el senador Miguel Barbosa llevaría mano en Puebla por el partido del Sol Azteca.
Para nadie es un secreto que para el PAN será muy difícil recomponer el camino de aquí a 2018. La reconstrucción de la derecha parece que se llevará más de un sexenio. Y, aunque Moreno Valle pretende ser el candidato —lo cual le daría mucha fuerza a su delfín—, la realidad es que antes que él existen cuando menos cinco suspirantes formados para pelear esa posición.
Por su parte, el PRI —apoyado en la estructura y el poder— difícilmente cederá la silla presidencial al término del mandato de Peña Nieto, aunque en este momento parece muy flaca su caballada.
A todo lo anterior hay que agregar que el primer domingo de julio de 2018 los poblanos elegiremos presidente de la República, gobernador, senadores, diputaciones federales y locales, al igual que a 217 presidentes municipales.
Seis boletas tendrán que ser tachadas, donde evidentemente robará cámara la que definirá al nuevo habitante de Los Pinos.
Más allá del nombre de Miguel Barbosa como una simple hipótesis, es un hecho que las circunstancias nacionales impondrán condiciones en la elección local.
Todo lo anterior se lo debemos a los intereses personales del Señor de los Cerros y al entreguismo de los diputados locales, quienes pasarán a la historia como la Legislatura que le robó la autonomía electoral a nuestro estado.
Lo peor de todo es que la próxima Legislatura se prepara para seguir fungiendo como una oficina de trámites del Poder Ejecutivo.
¿Y lo mejor está por venir?
QPM