Un año de gobierno y 365 días de transformaciones prometidas. Si bien es cierto que en el primer aniversario como jefe del Ejecutivo pocos avances podemos ver en el país, la realidad es que hoy vivimos exactamente lo mismo que pasaría con cualquiera de quienes aspiraban a ocupar la presidencia de la República, llámese Andrés Manuel López Obrador o Josefina Vázquez Mota.
Los representantes del Poder Legislativo de ambas Cámaras y todas las fracciones parlamentarias lo saben y lo asumen, sin embargo, parte de sus obligaciones (principalmente en el caso de la oposición) es juzgar, criticar, exigir y condenar lo que hasta hoy mucho o poco se haya hecho por parte de Enrique Peña Nieto.
Lo verdaderamente lamentable es la cara de la moneda que pocos vemos y muchos quisieran esconder. El conflicto magisterial con los integrantes de la CNTE va más allá de marchas y plantones que desquician diariamente a la capital del país. Va más allá de la terrible impunidad en la que vivimos y es la afectación directa a millones de niños que deberían cursar su educación básica como lo establece la ley y ser ellos los menos perjudicados.
Constantemente nos quejamos del país en el que vivimos; sin embargo, avalamos y nos cruzamos de brazos ante acciones radicalistas y politizadas que simplemente pretenden oscurecer un acto público encabezado por el primer mandatario pero protagonizado por sus detractores. Seguramente, Josefina Vázquez Mora también habría sido víctima de algún conflicto y Andrés Manuel López Obrador sin duda, pues su incapacidad de ser el “Mesías” se hubiera evidenciado.
Nada es tan bueno pero tampoco tan malo. Vivimos un México que se encuentra más preocupado por los intereses partidistas que por la base de un exitoso desarrollo, la educación. Todos y cada uno de nosotros somos coparticipes de ello y nos parece fácil juzgar y calificar lo que desde nuestra perspectiva puede llegar a ser incapacidad, abuso, incompetencia, miedo o cualquier otro adjetivo que se nos haya ocurrido.
Que los metan a la cárcel, decimos. Que los dejen sin empleo. Que les cumplan sus exigencias. Que los traten como delincuentes. Que, que, que… En cualquiera de los puntos donde usted se encuentre, ¿en verdad cree con ello se resuelve el verdadero conflicto? Le aseguro que no. El verdadero problema de este país no es un presidente emanado de determinado instituto político. El problema de fondo es que ya nos acostumbramos a un México de marchas, gritos y violencia dejando de lado el diálogo y la posibilidad de acuerdos por el bien de todos y no de unos cuantos.