Hablar sobre equidad de género en México puede tornarse un tanto absurdo, aburrido y hasta trillado. Y es que los temas que tienen que ver con la distribución justa de las obligaciones y canonjías de los sexos es una guerra interminable en un país en donde de entrada somos más las mujeres que los hombres, pero con menos oportunidades por el simple hecho de la cultura que nos rige.
En mi calidad de mujer debería aplaudir y festejar la propuesta de los mandatarios federal y estatal, Enrique Peña Nieto y Rafael Moreno Valle, de otorgar la mitad de las candidaturas a cargos de elección popular a las aspirantes femeninas. Sin embargo, la realidad es que ni hay tantas mujeres interesadas en la política ni tantos hombres dispuestos a compartirla. Es fácil, si en realidad viviéramos en un país equitativo no habría necesitad de la imposición de cuotas. Las aspiraciones de unos y otras deberían ser evaluadas con base a sus aptitudes, capacidades y cualidades y no por una obligación.
Si bien debo reconocer que la iniciativa es necesaria ante la falta de apertura en los distintos poderes, la realidad es que el problema de la inequidad radica desde el inicio de nuestra educación. En casa. Con nuestra madre, abuela, bisabuela. Los niños pueden sentarse con las piernas abiertas, las niñas no. Los adolescentes no tienen horario de llegada, las jovencitas si. Existen aún carreras profesionales exclusivas para caballeros y por sí fuera poco la inteligencia se sigue midiendo por lo que llevamos debajo de los pantalones.
Exigir a los institutos políticos que obligadamente la mitad de sus futuras candidaturas sean en la misma proporción entre unos y otras es un paso, sí, pero por qué no exigir, por ejemplo, la prohibición de escuelas con alumnos de un mismo género, crear deportes mixtos donde se trabaje en equipo o empleos sin etiquetas.
En lo personal, soy una constante defensora de las diferencias entre los hombres y las mujeres. Y no me refiero a esas inevitables diferencias físicas y emocionales, sino aquellas que nos hacen exactamente lo que somos. Unos masculinos y otros femeninos. Deberá llegar el día en que las cuotas políticas desaparezcan y entonces podamos festejar vivir en un país con total libertad de decisión en todos sus ámbitos.