Desde el triunfo electoral de julio de 2010, el PAN inició un proceso de transformación que lo va acercando cada vez más al viejo PRI, del que tanto despotricaron a lo largo de 70 años.
Con la obtención de las llaves de Casa Puebla, los verdaderos panistas —su inocencia les impidió verlo— perdieron todo: poder, ideología y dignidad.
¿En dónde quedaron los aguerridos panistas que ponían en serios predicamentos al poder estatal?
¿En dónde están las voces críticas de Paco Fraile y Ana Teresa Aranda en su carácter de presuntos “líderes” morales del blanquiazul?
Sobra decir que, salvo algunos actos aislados como el del sábado pasado, ambos brillan por su ausencia.
No es creíble tanta pasividad ante las constantes humillaciones del régimen morenovallista hacia los miembros del partido que les permitió alcanzar el poder.
Les guste o no a los connotados miembros del PAN poblano, pasaron del poder efímero a ser parte de la oposición.
Hoy Eduardo Rivera es tratado como un alcalde opositor, a quien no dudarán en echarle encima la aplanadora gubernamental para sacarlo del juego político y colgar su cabeza en la sala de trofeos de Casa Puebla, junto a la de Mario Marín y otros priistas.
No se hagan bolas, el PAN en Puebla es oposición y sus figuras son vistas como enemigos políticos. 
Créanme que ni Manuel Bartlett ni Mario Marín, por citar a los gobernadores acusados de tiranos por los propios panistas, fueron tan avasallantes y demoledores en contra de los panistas como lo ha sido el Señor de los Cerros.
Y es aquí donde hay que reconocer que la política del miedo, como sistema de gobierno, le ha dado un extraordinario resultado al mandamás poblano.
La estrategia morenovallista ha arrojado resultados sobresalientes, casi impensables para quienes suponíamos un equilibrio en el reparto del poder.
Los hombres de poder llegan hasta donde los grupos políticos se lo permiten y, en ese sentido, los panistas doblaron las manos a las primeras de cambio dejándole todo el botín al grupo morenovallista.
De ahí que haya sido un personaje emanado del mismo grupo en el poder quien decidió sacudir la modorra panista, convocando a los viejos panistas a un acto en favor de Manuel Oliva como aspirante a la dirigencia nacional del PAN.
Bien dicen que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo. De ahí que la sobresaliente asistencia al evento de Oliva haya sido a instancias de Fernando Manzanilla, quien se convirtió en el hombre fuerte de la naciente resistencia blanquiazul.
 
El arte de lucrar con la muerte
Por donde quiera vérsele, la muerte de esta joven debe ser motivo de consternación para todos los poblanos. Sin embargo, me resisto a que Intolerancia Diario lucre con este lamentable homicidio, el cual debe ser investigado a fondo por las Procuradurías de Puebla y el Distrito Federal.
Más allá de la eficiencia o ineficiencia de las autoridades poblanas en la investigación de este delito, me parece que la presencia en Puebla de Laura Bozzo para hacer de esta muerte un talk show rebasa los límites de lo tolerable.
Yo entiendo que Televisa mantenga al aire un programa como el de esta mujer, como un homenaje a la incultura provocada por esta misma empresa a lo largo de décadas; pero de eso a utilizar la muerte de una joven para ganar unos puntos de rating es francamente inconcebible.
No encuentro la palabra exacta, pero la falta de escrúpulos de esta mujer la convierten en un auténtico veneno social.