1. El jefe del Poder Ejecutivo, sea el federal o los estatales, obligación tienen de rendir un informe anual por escrito al Poder Legislativo. Éste, como equilibrador, veedor, e incluso, juzgador de las acciones del primero, tiene la obligación de sugerir, proponer e, incluso, indicar cuál es el camino ideal para todas y cada una de las acciones de gobierno.
2. Es así como en naciones de más alto desarrollo social y que viven en una plena democracia de bienestar social los diputados, por medio de sus diversas comisiones:
a. Analizan y examinan la personalidad y el conocimiento de todos y cada uno de los principales colaboradores, del presidente de la República o del primer ministro o del jefe de Estado.
b. Esas comisiones de diputados, convertidas en auténticos tribunales, aprueban o reprueban los nombramientos de los primeros niveles, e incluso a veces hasta de los segundos y terceros, en nombre de la honradez, la fama pública, la eficacia y la eficiencia que deben demostrar los servidores públicos.
c. Lo mismo procede cuando destituyen a esos altos rangos por causas altamente reprobables que no pueden ser perdonadas con una disculpa a la ciudadanía o con una amonestación del superior jerárquico. 
3. El esquema anterior, sustentado legalmente en las constituciones políticas nacionales, se reproduce en las locales y, en consecuencia, en las Cámaras de Diputados de los estados o provincias se aplica invariablemente.
4. En nuestra democracia electoral lo anterior no es aplicable pues, invariablemente, se hace en cualquier acto de gobierno estatal, lo que deseen los ejecutivos.
4.1. En nuestra casa, el señor gobernador ha enviado, cumpliendo con la ley, su informe anual de gobierno.
4.2. Los diputados, copiando modelos que no contribuyen en nada al desarrollo social o a la creación de una democracia con responsabilidad ciudadana (camino obligado para llegar algún día a la democracia de bienestar social, Carlos Montemayor), han programado algunas selectas comparecencias de algunos primeros niveles administrativos.
5. El señor diputado Giorgana, que funge como “primus interpares”, debería, en los años venideros, procurar evitar estas pérdidas de tiempo de representantes generosamente pagados y, en cambio, lograr que especialistas de diversas ciencias ilustren, en sendos seminarios, simposios o congresos, a la diputación para que mañana, que ya es hoy, la próxima Ley de Egresos esté orientada hacia el mejoramiento material e intelectual de todos los que vivimos en esta republicana entidad.
 
Nuestra casa
Recuerdo a un alcalde de apellido Paredes por diversas obras:
1. Un intrincado, farragoso, pero necesario Reglamento de Participación Ciudadana y Vecinal, mismo que exige el artículo 115 constitucional federal.
2. Un distribuidor vial por la Hermanos Serdán, sujeto a revisiones y auditorias, aunque admito su utilidad.
3. La creación de una plaza muy bella frente a la “Opera Herreriana”, llamada catedral de Puebla. Ignoro cuándo el príncipe de la Iglesia judeo-occidental-cristiana-católica-apostólica y romana sea tan generoso de bautizarla con una placa, antes de que se le ocurra a cualquier político local hacer algún acto de barbería, a un político más encumbrado. 
Esta denominación nos permite, a mediano y largo plazo (una vez que todos juntos hayamos pacificado a nuestra patria), que el turismo juvenil, el de pesadas mochilas y escaso dinero pero muy informados gracias a su sistema educativo, se invite a encontrarse como si estuvieran en la Plaza del Sol de Madrid, en la plaza de España, en Roma, frente al Palacio de la Señoría, en Florencia, o en Venecia, o en el zócalo de Chichiguas, allá por la Mixteca profunda. 
Nota. Algún día, la Plaza Palafox será referencia internacional.