Cuando se gobierna con base en los caprichos, las consecuencias terminan siendo letales e irreversibles.
Puebla es un claro ejemplo de las complicaciones que generan las acciones gubernamentales, sustentadas en las puntadas del hombre en el poder.
Y es que gobernar a través de puntadas termina provocando serios conflictos por la falta de planeación de las obras públicas.
Por más dinero que se destine a los caprichos, éstos terminarán afectando a los ciudadanos, por más diseño y publicidad que se aplique para maquillar las “ideotas” del gobernador.
La mejor muestra la vivimos ayer los poblanos con la inundación de Puebla, particularmente en donde se inauguraron las avenidas de concreto hidráulico.
No se necesitaba ser un experto para saber que el desnivel de las nuevas avenidas de concreto hidráulico, sin el drenaje para dar salida al cauce de un torrencial aguacero como el de ayer, terminaría provocando un caos en todas las calles que cruzan estas vialidades.
Sin embargo, en su afán de hacer obras en tiempo récord, el Señor de los Cerros le ordenó a su fiel escudero Cabalán Macari que las terminara, aunque no existiera el drenaje para evitar las inundaciones como las de ayer.
Así las cosas, el colapso que paralizó a Puebla la tarde-noche de ayer es una muestra más de que los gobiernos basados en puntadas y caprichos, tarde o temprano terminan siendo descubiertos por la sociedad.
Otro ejemplo lo vivimos con la rueda de la fortuna, la cual apantalló a muchos incautos, que —deslumbrados por la Estrella— pensaron que con este multimillonario despilfarro abandonábamos el tercer mundo.
A poco más de un año, la ruedota está prácticamente abandonada demostrando que la “ideota” sexenal, que provocaría el repunte turístico de Puebla, fue una auténtica vacilada.
Otra de esas puntadas morenovallistas la tuvimos con el metrobús. No hay más que leer las notas periodísticas previas a la inauguración del sistema RUTA para confirmar que el fracaso lo anticipamos todos.
Bastaba con ser poblano, o con vivir y circular la capital diariamente, para saber que el metrobús estaba destinado al fracaso.
Lamentablemente, el negocio que representa un proyecto de transporte como RUTA provocó que las premoniciones fueran desestimadas y que el gobernador se empeñara en culminar con su capricho.
Merced a los mimiquis del gobernador también está la construcción del teleférico, el cual no sólo estuvo a punto de costarle a Puebla perder el reconocimiento de la UNESCO como Ciudad Patrimonio de la Humanidad, sino que generó daño partrimonial al haber comprado inmuebles y realizado obras sin contar con los permisos del INAH.
Ahora, el teleférico tendrá una ruta mucho más corta, sin que nadie explique quién pagará los gastos generados por el capricho del habitante de Los Fuertes.
Y así como las anteriores, también tenemos el tren urbano que iría del Museo del Ferrocarril hasta la Ex Hacienda de Chiautla, al igual que el costoso Museo Barroco o la remodelación por 250 millones del Auditorio Siglo XXI.
No es creíble que ante estas locuras gubernamentales no exista un medio de control que ponga orden y meta en cintura a un hombre que decidió gobernar Puebla con base en puntadas, caprichos y hasta mimiquis.
Por eso estamos como estamos.