Aunque el partido de la Selección Nacional será hasta las tres de la tarde, la realidad es que será un día inhábil para la inmensa mayoría de los mexicanos.
Futboleros y no futboleros, todos opinan, cuestionan, juzgan y dirigen al Tri como los más grandes expertos.
Sin embargo, como pueblo conquistado, nos resulta imposible creer y confiar.
Hoy la mentalidad de los jugadores mexicanos los pone más cerca del éxito, comparado con los sentimientos derrotistas de los aficionados.
Nos cuesta creer.
Nuestra memoria genética nos recuerda la condición de conquistados que nos impide dar el paso ganador. No es el caso de los jugadores que han logrado romper con ese miedo ancestral que los hacía temblar en los momentos importantes.
Analícelo.
A cuantos amigos conoce —puede ser usted mismo— que hoy se pondrán la camiseta verde, buscarán un restaurante para verlo, gritarán “Puuutooo” al portero, pero si les preguntan sobre el resultado dirán: “La tenemos muy difícil porque son europeos y esos se nos complican mucho".
¡Nos gana la conquista!
Ya es tiempo de sacudirnos ese estigma y cambiar el ADN que contiene en su memoria genética el sentimiento de raza conquistada.
Más allá de las condiciones deportivas que marcarán el resultado de ese partido, es momento de no dudar de la capacidad de los nuestros.
Sí, hay que ponerse la verde, pero sin dudas, sin miedos y sin complejos.
Ya es tiempo.
 
Herencias morenovallistas
Para tragedia nuestra, los malos ejemplos en el ejercicio del poder suelen ser copiados por aquellos que tienen un instinto caciquil.
La falta de capacidad política para conciliar y cabildear con sus gobernados, en muchos de los casos lleva a los políticos a sustituirla con prácticas autoritarias que impidan cualquier inconformidad ciudadana.
De ahí que la negligencia del Señor de los Cerros comience a hacer escuela. En fechas recientes han surgido infinidad de copias malhechas del morenovallismo, cuya intransigencia los ha hecho creerse seres omnipotentes e intocables.
Un caso como éste lo tenemos en la figura del presidente municipal de San Matías Tlalancaleca, el panista Óscar Anguiano, quien el pasado 15 de febrero tuvo la ocurrencia de despedir a la mitad de su Cabildo.
De buenas a primeras decidió quiénes serían regidores y quitó a cuatro, dos de ellos de su propia planilla, además del regidor del PRI y la regidora del PT.
El 12 de junio el Tribunal Electoral local resolvió a favor de los regidores, quienes tenían que haber tomado protesta antes del primer minuto del 20 de junio, pero el presidente municipal ignoró la ley y no los dejó entrar a una sesión de Cabildo que efectuó el pasado viernes.
Óscar Anguiano es por tercera ocasión presidente municipal del lugar, se le acusa de ser un cacique de la región controlando el transporte, incluso operó mototaxis, y ahora sólo su ley es la que impera, incluso en algunos lugares le llaman el “Coyote” Anguiano.
Dicen que los hijos son el reflejo de lo que ven que hacen sus padres y en esta ocasión el panista que fue diputado local está haciendo lo mismo que su papá político.
Si esto pasa a unos cuantos kilómetros de la capital, ¿qué sucederá en los municipios del interior del estado, donde el morenovallismo volvió a pactar con los caciques? 
Es una pena que la herencia morenovallista vaya creciendo por todos los rincones del estado.
Bien dicen que los males nunca vienen solos.